Habitación con tortugas

Juan Goytisolo nunca quiso ser un bien nacional y hace de su escritura una aventura de experimentación

Fotograma de 'Memorias de tortuga'.

Fotograma de 'Memorias de tortuga'.

FREDERIC AMAT

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Con alegría, recibo la noticia del reciente Premio Cervantes para alguien que nunca quiso ser un bien nacional y que hace de su escritura una aventura de experimentación y búsqueda de crear un lenguaje nuevo, suspendiendo cualquier orden codificado. Un reconocimiento a la obra literaria de Juan Goytisolo que, como rara avis, ha sobrevolado su única patria: la lengua, como un territorio de intersección, un universo intermedio entre el mundo inteligible y el sensible, con un singular afán de conocer y asimilar elementos foráneos que enriquezcan lo propio sobrepasando límites.

Hace algunos años el maestro Jesús López Cobos y el compositor José María Sánchez-Verdú me ofrecieron acompañarles en la aventura operística de El viaje a Simorgh en el Teatro Real. La profunda intuición de Sánchez Verdú acertó al elegir la novela de Juan Goytisolo Las virtudes del pájaro solitario, de la que ilustré una edición, como vertebradora literaria y escenario de imantaciones textuales y poéticas. Parece ser, y le agradezco, que Juan Goytisolo quedó complacido por aquella experiencia escénica y con el tiempo mis encuentros con Juan han tenido lugar en sus esporádicas visitas a Barcelona o mis ocasionales viajes a Marraquech. Una tarde, en una terraza de la Rambla del Raval, Goytisolo me entregó un sobre invitándome a leer su contenido. Es, me dijo, «un sainete ibérico en un acto», sugiriéndome la posibilidad de realizar un montaje teatral. Manifestó, también, el deseo de cantar con su propia voz las canciones anotadas en su reciente escrito.

De regreso a mi estudio leí las páginas mecanografiadas bajo el título Memorias de tortuga. Aquella lectura fue el estímulo para echar adelante el proyecto, imaginando las dos tortugas humanas bajo un caparazón construido como una amalgama de bolsas, cachivaches y otros artefactos. Las protagonistas del sainete de Goytisolo despiertan de un largo sueño en una habitación sobre cuyas paredes se proyectan imágenes, como una memoria de memorias, ilustrando su diálogo irónico y mordaz.

Tras la lectura intuí que sería más acertado abordar el sainete de Goytisolo no como una puesta en escena teatral sino como un filme que desvela los estratos de la memoria y la reminiscencia de una historia y un país a través de canciones e imágenes.

Este dúo de personajes-tortuga, llamadas J. y G. -interpretadas en la pantalla por Joan Baixas y Albert Pla- evoca a otras memorables parejas: Vladimir y Estragón, Bouvard y Pécouchet o a los payasos Carablanca y Augusto… Y así, imaginé el espacio donde dormitan y conversan J. y G. como un Teatro de la Memoria en donde irrumpe, a través de un megáfono presente, la voz del propio Juan Goytisolo cantando un mosaico de ritmos, marchas militares, sones del Caribe o incluso reclamos publicitarios.

Goytisolo viajó a Barcelona con motivo de la primera proyección de Memorias de tortuga. Dos días antes me había solicitado acompañarle en coche fuera de la ciudad, a un escenario que, me dijo, no había visitado desde hacía 70 años y en el que transcurrió su infancia durante la guerra civil. Su sentido de orientación nos condujo a la casa donde habitó y desde la que salió su madre camino a la ciudad y que no volvió a ver nunca más. Muchos años mas tarde, Juan Goytisolo anotó: «En la Cinématheque de París vi noticiarios de aquel bombardeo aéreo. Murieron 800 personas en un día. Me aterrorizaba la posibilidad de ver el cuerpo de mi madre… No soy hijo de mi madre, sino de la guerra civil, de su mesianismo, de su odio… Mi infancia se desarrolló en condiciones bastante extrañas, y esto creó en mí y en mi hermano Luís la firme necesidad de convertirnos en escritores, una manera y una necesidad de comprender el mundo; todavía no he conocido otra forma mejor que la literatura como vehículo de unión con el mundo. La guerra civil destruyó a mi familia. Crecimos bajo una educación nacional católica fundamentalista, un régimen franquista de horror. España se convirtió para mí en algo asfixiante…».