Dos miradas

Freud y el Barça

La figura de Guardiola es una sombra magnífica que acoge la nostalgia de los tiempos en que no perdíamos nunca, los paraísos perdidos

JOSEP MARIA FONALLERAS

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La semifinal de la Champions entre el Barça y el Bayern Múnich ha levantado mucha polvareda. Más allá del potencial deportivo del equipo bávaro, está en juego algo más que un pasaporte a la final de Berlín. La morbosidad del enfrentamiento hay que ir a buscarla en el psicoanálisis. Quién nos iba a decir que, en realidad, Freud pensaba en Guardiola cuando formuló el complejo de Edipo. El niño necesita matar al padre para descubrir su propia personalidad. Reduzco la teoría a una caricatura, claro, pero de hecho estamos hablando de eso. La figura de Pep Guardiola es una sombra magnífica que acoge la nostalgia de los tiempos en que no perdíamos nunca, los tiempos más gloriosos, los paraísos perdidos. Aquel Barça, que no solo ganaba sino que elevaba el fútbol a la categoría de arte, se eleva en el imaginario colectivo, a medida que pasan los años, al nivel de la mitología, porque significó la construcción de un referente, de un espejo donde se reflejaba la belleza y la felicidad.

¿Qué viene después de aquello? Las comparaciones, las dudas, el desprecio por el presente. Es por todo ello que la confrontación con el padre se convierte en un paso crucial en la evolución del equipo. Matarlo (por supuesto que metafóricamente) es igual a demostrar que puede existir un mundo real más allá de las ilusiones que él cimentó. La eliminatoria será catárquica e iniciática. Quizá exagero, ahora que lo pienso, pero ¿qué es el fútbol sino exageración?