Dos miradas

Final feliz

EMMA RIVEROLA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Por favor, Etgar, cuéntame un cuento con un final feliz». Así acaba la carta que el verano pasado el escritor árabe-israelí Sayed Kashua escribió a su colega Etgar Keret, también israelí, judío y descendiente de supervivientes del Holocausto. Ambos, que habían compartido calles y éxito, se comunicaban a miles de kilómetros de distancia. Los que separan Israel de Illinois (EEUU), el lugar adonde Kashua decidió huir el día en que un niño palestino fue quemado vivo en Jerusalén. Debía alejar a su familia del «olor de la pólvora y de la sangre». Keret fue incapaz de escribir el cuento feliz. Sentía que la sociedad israelí estaba instalada en la desesperación y que solo si conseguía desprenderse de tanta parálisis y resignación conseguiría empezar «un proceso que nos rescate de esta situación inhumana».

España ha dado el primer paso para reconocer el Estado palestino, y se suma a otros países europeos que, con su gesto, tratan de evitar que la espiral de violencia secuestre el horizonte de paz. El proceso suma décadas de errores, engaños y muertos. Sus raíces son tan milenarias como las lecturas sagradas que le sirven de escudo. Pero, como Kashua y Keret, son muchos los que necesitan el refugio de otras letras. Occidente tiene fuerza para presionar al Gobierno israelí. El reconocimiento del Estado palestino debería ser solo la primera línea de un largo cuento con final feliz que rescate a los dos pueblos de la desesperación.