Editorial

La final de Berlín y las 'estelades'

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La noticia de que la UEFA ha abierto un expediente disciplinario al FC Barcelona por la exhibición de 'estelades' y los cánticos independentistas en la final de Berlín provoca el efecto contrario al deseado. En primer lugar, sorprende el procedimiento seguido. Ha sido la abogada ucraniana Anna Bourdiugova, miembro del equipo de inspectores de la Comisión Disciplinaria de la UEFA, quien firma el documento remitido al club a partir del seguimiento del partido por televisión, y no en directo. Además, se produce el contrasentido de que el holandés Harry M. Been -delegado del organismo en la final- destacó en su informe la excelente conducta de la afición azulgrana, puntualizando que no se lanzaron petardos ni material pirotécnico al campo ni hubo cánticos discriminatorios.

Utilizando un símil futbolístico es como si la letrada quisiera rearbitrar el partido a partir de las imágenes de televisión, que por cierto solo ofrecieron una amplia panorámica de 'estelades' en la señal personalizada de TV-3. Por no hablar de que el delegado de la UEFA debería ser la máxima autoridad ante todo lo que suceda en un partido de seguimiento planetario. Al margen de estas cuestiones de procedimiento, la iniciativa pone límites discutibles a la libertad de expresión de los aficionados del Barça a través de símbolos o cánticos que, en principio, no incitan a la violencia, ni a la xenofobia ni al odio. Es, en ese terreno, donde los dirigentes deberían ser absolutamente inflexibles, lo que no pasa siempre por desgracia, para acabar con los comportamientos inadmisibles en los estadios. Y si a la Comisión Disciplinaria de la UEFA encuentra inadecuadas las banderas y los cánticos independentistas, habituales en el Camp Nou desde hace un par de años, ha tenido tiempo suficiente para advertir al club azulgrana.

A pesar de que el expediente abierto por la organización internacional es más que discutible -y posiblemente se saldará con una sanción económica para el Barça-, debe invitar a una reflexión colectiva sobre si hemos de seguir convirtiendo grandes acontecimientos futbolísticos, sea la final de la Copa del Rey o de la Champions, en espectáculos deportivos cargados de connotaciones políticas. Aunque a veces casi resulte imposible, se hace necesario separar la pasión del deporte de la polémica política.