Análisis
El fin de la primavera árabe
Andreu Bassols
Director del Insitut Europeu de la Mediterrània
ANDREU BASSOLS
La primavera árabe ha terminado. Parecía inevitable. El diagnóstico que se vislumbraba el 3 de julio pasado con el golpe de Estado se confirmó ayer con la matanza en la plaza Nahda de El Cairo. A aquellos que creímos que una ola democrática recorrería el mundo árabe después de las revoluciones del 2011 solamente nos queda la esperanza de Túnez y su tortuoso camino constitucional.
Los Hermanos Musulmanes han pasado de ser los responsables de la transición egipcia a las víctimas de la represión.Mursiy sus consejeros no supieron leer el triángulo que rige la correlación de fuerzas del país, compuesto por el Ejército, los liberales y los islamistas. Creyeron que con la aplastante victoria en las elecciones legislativas de diciembre del 2011 y con la ajustada victoria en las presidenciales de junio del 2012 no necesitaban aliados. Se equivocaron. Su inexperiencia política les impidió ver que para gobernar un Egipto polarizado y empobrecido necesitaban contar con al menos uno de los dos potenciales aliados: el Ejército o los liberales. En vez de esto, se enfrentaron a ambos aprobando una Constitución sin consenso y propiciando la improbable alianza entre ellos.
Lo más sorprendente fue el apoyo prestado por los liberales al Ejército en el golpe del 3 de julio. «Antes militarizados que islamizados», parecían pensar. Pero ante la gravedad de los acontecimientos de ayer, al premio NobelMohamed el Baradei,viceprimer ministro responsable de Relaciones Exteriores en el nuevo Gobierno surgido del golpe militar y gran representante del campo liberal, no le ha quedado más remedio que dimitir.
¿Es el fin de la imposible alianza entre militares y demócratas? Está por ver, pero si fuera el caso podríamos ser testigos del regreso del mubarakismo, es decir, de un régimen militar que enarbola la amenaza del islamismo para suprimir todas las libertades. Lo único que podría impedirlo es una gran alianza histórica, que hoy parece imposible, entre islamistas y liberales. Ambos deberían comprometerse en la construcción de un régimen civil de libertades, abierto a todos los egipcios: musulmanes y cristianos, sunís y chiís, religiosos y laicos. De lo contrario, será un fracaso con amplias repercusiones internacionales.
El fracaso del islam político
Será, una vez más, el fracaso del islam político, es decir, del islam dispuesto a participar en la política democrática y, en definitiva, dispuesto a secularizarse y a aceptar que leyes dictadas por parlamentos prevalezcan sobre la ley islámica, lasharia. Será, por el contrario, el éxito de los extremistas islamistas, para quienes la asimilación de la democracia por el islamismo es la mayor amenaza. Será el éxito también de los regímenes autoritarios del mundo árabe, que dicen, como decíaFrancocon respecto a España, que «la democracia no está hecha para nosotros». Estoy convencido, sin embargo, de que la historia demostrará lo contrario. Los árabes son capaces, como cualquier otro pueblo, de gobernarse en democracia y en libertad.
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