Cambios en el mercado alimentario

Fin de la cuota láctea, ¿y ahora qué?

La conclusión del sistema proteccionista de la UE exige entrar en el proceso de los productos derivados

FRANCESC REGUANT

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La leche es, en valor económico, el primer alimento de la humanidad. Su importancia es vital para la seguridad alimentaria y por ello mereció un trato especialmente proteccionista por parte de la Unión Europea. Pero este 1 de abril se eliminan las cuotas lácteas. Se trata de una decisión ya tomada en el 2008 y aplicada progresivamente en el llamado soft landing. Ha habido posicionamientos contrarios a este acuerdo de la UE, pero finalmente se ha concretado. Por lo tanto, no es hora de lamentarlo sino de ser conscientes de sus implicaciones y actuar en consecuencia.

Las cuotas como medida de control de la oferta se adoptaron para frenar los lagos de mantequilla de la UE, es decir, los excedentes promovidos por un sistema de ayudas que incentivaba la producción. Se acompañaron de una contundente defensa en frontera de la producción europea. Pero eso también cambió y hoy los ganaderos se enfrentan a una doble presión: un marco global mucho más liberalizado y una mayor competencia en el seno de la UE. Se ha pasado de una lógica proteccionista a una lógica liberal, dentro de la cual -independientemente de su adecuación u oportunidad- no tiene sentido abrir las fronteras europeas sin dar libertad de respuesta a los productores locales.

Los años del aterrizaje suave nos han confirmado las tendencias hacia la concentración de las explotaciones y el desplazamiento de producción a la Europa más verde, con Irlanda a la cabeza. Pero del entorno global han surgido más vectores que condicionan este mercado. Muchos temían el hundimiento del sector en España y aparecieron China y otros países emergentes como nuevos grandes consumidores de leche. En sentido contrario, otras tensiones geopolíticas están añadiendo incertidumbre en unos mercados más tensos y con muy alta volatilidad.

En lo que respecta a España, con los deberes inicialmente mal hechos -lo que impidió tener una cuota adecuada a la realidad del sector-, conserva debilidades estructurales, una dependencia excesiva de multinacionales francesas -que con facilidad trasladan sus excedentes al mercado español-, una muy débil transformación de la producción en derivados lácteos y unas condiciones naturales en buena parte desfavorables. Desde el año 2000 el vacuno de leche de Catalunya ha perdido el 60% de las explotaciones, pero a pesar de ello ha mantenido la producción. En otras palabras, se está produciendo una fuerte reestructuración, pero el reto competitivo es importante. Reconocerlo es el primer paso en la buena dirección. Dadas las condiciones naturales desfavorables para la producción de leche en comparación con algunos competidores europeos, la excelencia empresarial pasa a ser más ineludible. Para ello es preciso contar con una dimensión adecuada que posibilite obtener economías de escala, una innovación orientada a la automatización, la calidad y la optimización personalizada de los procesos, la obsesión por los costes, la revisión del modelo alimentario apostando probablemente por una dieta más forrajera, etcétera.

Hacer las cosas bien es condición necesaria, pero para salvar la distancia de la desventaja natural se requieren opciones estratégicas orientadas a la obtención de mayor valor añadido mediante la diferenciación y/o la transformación del producto. En este sentido, el consumidor de leche es cada vez más sensible a los valores de frescura, calidad y proximidad, valores que aportan o pueden aportar la diferenciación requerida, al mismo tiempo que sugieren una relación singularizada entre productor y transformador.

Catalunya es un gran importador de productos lácteos transformados, especialmente quesos y yogures. En concreto, la relación entre exportaciones e importaciones de productos lácteos es de uno a cinco; y por lo que se refiere al queso, de uno a ocho. Vale la pena observar que en la producción de derivados lácteos desaparece la desventaja natural, situándose la diferencia solamente en la capacidad empresarial y tecnológica y en la imagen y penetración comercial. Este es el quid de la cuestión: participar en los procesos de transformación en derivados lácteos con una adecuada comercialización tanto en el mercado local como en el global, este como fuente de oportunidades y como primer indicador de competitividad.

En esta dirección, desde la producción es preciso sumar, integrar en sentido horizontal y vertical. La opción del cooperativismo moderno es una fórmula eficaz para ganar dimensión sin perder identidad. Y en paralelo, desde organizaciones profesionales sólidas hay que obtener acuerdos estables con una transformación y distribución que vinculen calidad y precio, algo que el llamado paquete lácteo promovido desde la UE puede facilitar. En cualquier caso, es hora de actuar.