Fantasmagorías

Las postales de Jordi Puig sobre la Costa Brava de los 60 y 70 están a mitad de camino entre el detalle sociológico, el humor posmoderno y la evocación melancólica

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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Jordi Puig es un fotógrafo excelente y singular. Ha publicado varios libros sobre el Empordà y sobre Dalí, entre otros, y ha llevado a cabo montajes tan peculiares como el que hizo en Lladó, que es donde vive. Con 799 retratos de las 799 personas que vivían en el pueblo a finales del 2003. O la muestra de más de un centenar de gemelos que retrató en Figueres, o la colección de pasteles en forma de corazón. Para él, la fotografía es también el dibujo de una anomalía que deviene regular o de una regularidad que se transforma en sorpresa justamente porque se repite y, repitiéndose, se deforma. Y un retrato del tiempo que vivimos.

Esto es lo que consigue con su última publicación: 'Costa Brava, 1960’s-1970 s. Postales', de Úrsula Libros. Son más de 600 imágenes promocionales de las décadas en que el turismo estalló, extraídas de una colección de 15.000 y agrupadas con un criterio que está a mitad de camino entre el detalle sociológico, el humor posmoderno y la evocación melancólica. Vistas de golpe, unas fotografías que sirvieron para solidificar la imagen del país (una entelequia ofrecida al visitante que las compraba como reales) ahora se vuelven fantasmagorías, ilusiones ópticas que nos evocan la infancia con unos colores de cinemascope, escenarios lunares. Las contemplamos con la distancia de los años y ejercen –ingenuas, folclóricas, azucaradas– un influjo, embrujado y a veces tenebroso, que hace crecer la marea nublada del recuerdo.