Pequeño observatorio

La evolución de los nombres de pila

Los padres de hoy ponen a sus hijos nombres bonitos, sonoros y fáciles de pronunciar

Alumnos jugando en una guardería de Barcelona.

Alumnos jugando en una guardería de Barcelona. / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No puedo precisar los protagonistas del hecho, porque hojeaba una revista esperando que Tito me llamara para cortarme el pelo. Me llamó la atención, eso sí, la información: una figura del llamado famoseo iba a tener una hija y había decidido convocar una especie de concurso para que todos los lectores votasen qué nombre tenía que poner a la futura criatura.

Ante un próximo nacimiento hay, a menudo, varias opiniones en el ámbito familiar. Si se trata de un niño, repetir el nombre del padre, y si es una niña, el de la madre. Esta costumbre se ha visto ampliamente derrotada por una absoluta libertad. Los hijos de Maria Josep raramente se llaman Josep Maria. Los nombres de pila han evolucionado coincidiendo, precisamente, con un hecho nuevo y ya habitual: los bebés ya no son llevados a la pila bautismal.

Un amigo mío que emigró a Chile me contó un día que en ese país se ponían a los niños unos nombres muy curiosos. Los había tecnológicos, como el de la chica que se llamaba Telegrafía Sin Hilos y el del chico que se llamaba Termocauterizante López. No sé si, familiarmente, para llamarles cómodamente les denominaban Termo y Sinhilos.

Nosotros no damos a nuestros nombres un especial significado, y menos aún nos sentimos ligados a ellos. ¿Quién fue san Juan? ¿Alguien que inventó la verbena? ¿O quizá el inventor de los cohetes que señalan el camino del cielo? Si no me equivoco, hoy en día es importante, para bastantes de los que serán padres, que el nombre que deben poner a su hijo sea bonito, sonoro, fácil de pronunciar. Y si puede ser, que no esté repetido en el ámbito familiar. Es lo que le pasó a una familia valenciana parientes de mi mujer. Un pariente fue a inscribir el nacimiento y el funcionario, amigo, le preguntó: «¿Qué nombre le queréis poner? ¿Tomàs, como su padre?». Tardaron un poco en recordar que Tomàs ya era el nombre del hermano mayor. ¡Eran 13 hermanos!