Editorial

Evitar la violencia en las protestas

Es inaceptable que en un cartel se pegue al 'conseller' Comín, por mucho que la causa que pretende defender sea del todo justa y razonable.

Toni Comín

Toni Comín / periodico

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La profunda crisis económica, política e institucional que hemos vivido desde el 2008 se ha saldado en general con todo tipo de protestas que no han tomado en prácticamente ningún caso formas violentas. El tono de muchos colectivos sociales y políticos ha llegado a ser agrio y en algunos casos ha comportado graves descalificaciones personales. Pero las soluciones siempre han sido pacíficas aunque se hayan propuesto refundaciones, procesos constituyentes o rupturas institucionales. Por ello ha llamado especialmente la atención el cartel que una facción de la CUP, Endavant-Osan, ha puesto en circulación para convocar una protesta sobre los recortes sanitarios en Sabadell. La imagen de una mujer pegando al conseller Comín puede ser calificada sin exageración como de incitación a la violencia o, como mínimo, de frivolización de la violencia. Es una imagen inaceptable por mucho que la causa que pretende defender sea del todo justa y razonable.

La expresión pacífica de la protesta social es un bien a preservar, especialmente desde los colectivos que lideran el malestar ciudadano y que tratan de cambiar la política –en las formas y en el fondo– para dar respuestas a los abusos, a la desigualdad y a la injusticia. Hay una parte del pensamiento radical que califica de violenta toda actuación institucional con el único fin de justificar una respuesta igualmente violenta. En este tema no se puede ceder ni un milímetro, pone en riesgo el apoyo mayoritario a la protesta.