La clave

La Europa que nos cuentan

ENRIC HERNÀNDEZ

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Solo el 17% de los españoles saben que las elecciones europeas se celebrarán el próximo 25 de mayo, según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Curiosamente, ni el CIS ni el Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) de la Generalitat preguntan a los encuestados si conocen la fecha de las elecciones generales o de la anunciada (que no convocada) consulta soberanista del 9 de noviembre. "Como usted seguramente sabe, el día X se celebrarán elecciones..." Así introducen el tema los encuestadores públicos, señal de que los gobiernos dan por hecho que la ciudadanía está informada de la fecha electoral. O de que, si no es así, prefieren ignorarlo. Pero los comicios europeos, a lo que se ve, deben ser harina de otro costal.

La desinformación ciudadana acerca de la relevancia de la Unión Europea (UE) para nuestra vida cotidiana no es una maldición bíblica ni obedece, exclusivamente, a la gótica arquitectura comunitaria. No nos engañemos: si Europa continúa siendo un gran misterio es porque carece de exégetas. O lo que es peor: porque quienes deberían ser sus profetas han sucumbido a la apostasía.

O héroes o víctimas

Gobiernos y partidos, a través del Consejo Europeo y de la Eurocámara, participan de unas decisiones de las que luego abominan cuando su aplicación resulta impopular. Entonces, Bruselas ya no encarna la síntesis de soberanías compartidas, sino el chivo expiatorio al que endosar todos los males. Los líderes afrontan las cumbres europeas como luchas titánicas en defensa de los intereses domésticos; sus colegas no son socios, sino rivales a los que disputar el botín. Luego, o se jactan de haber ganado la partida, o se lamentan de decisiones ajenas que infligirán grave quebranto a sus nacionales. O pasan por héroes o por víctimas; jamás por villanos.

A Europa le achacamos nuestros recortes y miserias, la empleamos como espantajo frente al independentismo o fiamos en ella una incierta mediación para rescatar del naufragio al proceso soberanista. Todo, salvo hacer pedagogía. Ahora bien, si la cita del 25-M registra una abstención récord, será Europa la que deberá hacer una reflexión.