La crisis de la UE

Europa, de balneario a fortaleza

La fiesta ha durado más de medio siglo, siempre más y más fastuosa, pero ahora se apagan las luces

Los líderes de la UE posan en Cortile di Michelangelo, Roma

Los líderes de la UE posan en Cortile di Michelangelo, Roma / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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No sabemos cómo será la Europa del futuro, pero sospechamos que se parecerá poco a la que desearíamos. Después de ser sometida a múltiples torsiones, se ha roto la flecha de la historia que apuntaba a un progreso continuo. La idea de que cada vez viviremos mejor ha entrado en crisis. La fiesta ha durado más de medio siglo, siempre más y más fastuosa, pero ahora se van apagando las luces, empezando por las de color rosa y azul celeste. ¿Todos a casa? Las decadencias existen y se precisa mucha energía, y muy bien aplicada, para conjurarlas. El triunfo de la amorosa Venus sobre el feroz Marte no es irreversible. Los trágicos conflictos en las fronteras exteriores han sustituido a las primaveras. El terror ha venido para quedarse. Los valores fundamentales se tambalean o son directamente quebrantados. Las aspiraciones al bien son sustituidas por la búsqueda del mal menor. Los ideales del humanismo persisten y resisten, pero no sabemos cómo enfrentarnos a la incertidumbre, a la losa del pragmatismo, a los miles de muertos del Mediterráneo.

TURQUÍA, AUTÓCRATA PERO NECESARIA

Dentro de este panorama poco halagüeño, los peores síntomas no se encuentran en el revolcón del brexit, puesto que las negociaciones tenderán a minimizar los efectos negativos. Tampoco en los cambios en el orden mundial que pretende la América neocon. Tampoco en la parte de Ucrania de la que Rusia se ha apropiado. Es mucho peor y más peligrosa la tolerancia forzosa con la deriva dictatorial y geoestratégica de Turquía, soportada por Europa porque hay que someterse al chantaje de los refugiados, que Erdogan puede enviar por centenares de miles cuando le parezca oportuno. Una Turquía autócrata, bendecida por la nueva Administración americana aunque Erdogan conculque los principios fundamentales de la OTAN: que se quite la máscara, que se convierta en dictadura, pero que se quede.

EL PELIGRO DE LA XENOFOBIA

El exterior preocupa. Pero la actitud es la misma de los últimos decenios: esperar a que los conflictos se resuelvan, o nos los resuelvan, y limitar sus afectos negativos. Aun así, las cuestiones cruciales, en las que nos jugamos el futuro, no están fuera sino dentro de una Europa que, al cumplir 60 años, podemos observar como una fortaleza en construcción que sustituye a un balneario en progresiva destrucción.

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Por supuesto que la persistencia de los atentados es angustiosa. Debemos admitir que hay decenas de miles de ciudadanos y residentes europeos susceptibles de ser radicalizados, de forma que la amenaza de múltiples lobos solitarios no desaparecerá aunque la creciente eficacia policial consiga frustrar los de mayor escala, que exigen organización. Pero más allá de la convivencia obligada con el peligro, el futuro se juega en la respuesta. Mal si es islamófoba, porque es lo que pretenden los yihadistas. Bien si es inclusiva y multiétnica, aunque requiera unos esfuerzos de integración que se han descuidado durante demasiado tiempo. Probablemente convivirán las dos, pero la xenofobia es el gran impedimento para avanzar en la integración.

Pasado el peligro de la extrema derecha holandesa y tranquilizados sobre las posibilidades de éxito de la francesa, que quizá son más altas de lo que queremos prever, focalizamos el problema más grave, que está dentro de Europa y carcome su corazón. Este problema tiene dos nombres, Polonia Hungría.

LAS TRES CLAVES DE LA PROSPERIDAD

Las tres grandes claves de la prosperidad de los países son: primera, la eficiencia del sistema institucional, con sólidos mecanismos de reparto y equilibrio de los poderes; segunda, la justicia social, que debe ser percibida como equitativa por la inmensa mayoría de la población; tercera, la moral pública dominante. Como cualquier triángulo, deja de serlo cuando falla uno de los lados. Habría bastado fijarnos en las graves deficiencias de las instituciones y de la moral pública en los países del sur de Europa –que en el caso italiano no mejoran y en el español empeoran– para prever el incremento de la injusticia social y la profundización de la brecha norte-sur.

POLONIA Y HUNGRÍA, CAMINO DE SER DICTADURAS

Pues bien, los dos países arriba mencionados, que progresaron mientras aplicaban las recetas virtuosas, se están convirtiendo en dictaduras, con elecciones pero con la oposición y la libertad amordazadas. Pero el resto de Europa no actúa. Pronto no habrá diferencias entre la arquitectura institucional de Polonia y la de Rusia o Turquía. Sin pluralismo ni derechos garantizados. Sin alternancia. Con un solo poder que elimina los contrapoderes. ¿Nos continuaremos engañando y la llamaremos democracia de baja intensidad? Si es así, si permitimos que se ablanden y se disuelvan los principios democráticos, entonces sí que estamos perdidos.