Editorial

Estabilidad social, seísmos partidistas

El barómetro tras el 9-N no detecta que el independentismo aumente, pero el Parlament sería muy distinto al de hoy

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El barómetro político que publica hoy EL PERIÓDICO, el primero tras la consulta alternativa del 9 de noviembre, constata básicamente dos cosas. Por una parte, que la sociedad catalana sigue dividida a partes prácticamente iguales con respecto al sentimiento independentista. Por otra, que pese a la estabilidad de esta línea divisoria sobre la cuestión nacional, el mapa político partidista está experimentando grandes transformaciones, que las próximas elecciones autonómicas deberán certificar.

Pese a la formidable movilización del 9-N, el sentimiento independentista no predomina ahora mismo en Catalunya: supone el 46,4% frente al 47% que no se siente tal. Es un dato a subrayar y que confirma lo que ya apuntó la propia votación, es decir, que en la misma participaron de forma abrumadora quienes están por la secesión, pero que quienes desean que Catalunya siga vinculada a España (probablemente de una forma distinta de la actual) se quedaron en casa. El otro dato relevante del barómetro tiene la misma matriz: la suma de los diputados que obtendrían hoy en el Parlament los grupos abiertamente soberanistas (CiU, ERC y la CUP) sería igual o incluso ligeramente inferior a la de los comicios del 2012, y en todo caso supondría poco más del 50% de los escaños, sin legitimidad -ni, por supuesto, amparo legal- para plantear una hipotética declaración unilateral de independencia.

Sin embargo, la distribución interna del voto en el campo soberanista sufre grandes movimientos y aunque CiU recuperaría, por muy poco, la primera posición, seguiría teniendo un resultado mucho peor que en el 2012, justo lo contrario que ERC. Pero ciñéndonos a la evolución de los últimos meses, Artur Mas recupera popularidad y estima -al revés que Oriol Junqueras-, lo que permite mantener la especulación sobre la formación de un partido del president.

En el campo no nacionalista, los cambios serían mucho más radicales, con la irrupción de Podemos como tercera fuerza del Parlament con 17 escaños, igual que Ciutadans, que casi duplicaría los suyos. Los grandes perjudicados serían el PSC y el PP, relegados a una decena de escaños cada uno. La crisis de los grandes partidos, la recesión económica y el debate soberanista perfilan una cámara parlamentaria con una composición muy distinta a la actual.