Eso, eso, eso es todo amigos

EVA PERUGA

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En la viñeta se ve lo siguiente: una madre en plena colada con una lavadora de hace unas cuantas décadas. Y su hija pequeña, al lado, preguntándole: «Mamá, ¿qué te gustaría ser si vivieras?» Sí, es Mafalda, del gran Quino, unos dibujos con una fuerte capacidad crítica. El contenido, pues, importa. Por eso llama poderosamente la atención la despreocupación con la que padres y madres aceptan que su descendencia vea dibujos animados sin establecer criterio alguno.

Una de las primeras preguntas puede ser: ¿dónde están las mujeres y las niñas en esos dibujos? Olvidar que la parte lúdica, de entretenimiento, de juego durante la infancia es básica para la socialización y la idea del mundo tiene consecuencias. Especialmente porque estos productos no son neutrales sino que reproducen los estereotipos sexistas a un nivel que no puede ser casual. Los elementos masculinos están sobrerrepresentados incluso a fuerza de manipular la interpretación de la vida animal. Los ejemplos sobre los filmes de hormigas en los que el héroe es masculino cuando en esta comunidad la representación masculina es minoritaria. O cuando se buscan animales grandes y fuertes para representar a los hombres, y otros pequeños o insectos para representar a las féminas, todo en caso de ser ambos protagonistas.

¿Cuál puede ser el efecto en una niña al no verse reflejada en las pantallas en la misma medida y condición que su hermano? El delantal, la belleza, la necesidad de asistencia continúa, la falta de profesionales, hacer la comida, cuidar de los hijos, el veto al espacio público. La falta de elementos propositivos y  la inclusión de las niñas ya en el camino exclusivo de la emotividad, de los sentimientos, se vive en los primeros años como marco de referencia antes de despertar a la realidad de los sexos. No solo el sexo masculino domina, también es  la representación del sexo por defecto cuando los dibujos juegan a la ficción de las imágenes asexuadas.

¿Para qué sirven los dibujos y la literatura infantil? Para dar respuestas a la preguntas infantiles de los futuros adultos. En esta línea, pues, las niñas tienen mucho menos donde escoger y su elección (cómo ser princesa y no morir en el intento, cómo dejar de ser una ególatra y hedonista, cómo barrer y planchar mejor) está muy mediatizada. Si a los padres y madres que tienen varones les puede preocupar la dificultad de dejar a sus hijos con unos dibujos que les expliquen la realidad, qué deben pensar cuando hay descendencia femenina sobre la ausencia de una conciencia de la desigualdad existente o de la muestra de los modelos diversos posibles. La figura del padre sigue siendo sagrada y central. Y el recurso a los cuentos tradicionales, versionados o no, hunden las espectativas de las personas que buscan productos alternativos. Los caminos para encontrarlos tampoco están exentos de polémica. En Pakistán, por ejemplo, triunfa Burka Avenger, una superheroína en la línea de Malala Yousafzai, en defensa de la educación, pero cuyo porte del velo la convierte en un personaje infantil polémico. En un artículo sobre esta sí muy polémica interpretación sobre los cuentos populares de Bruno Bettelheim, se cita a Carl G. Jung: «Usamos constantemente términos simbólicos para representar conceptos que no podemos definir o comprender del todo. (...) Pero esta utilización consciente de los símbolos es solo un aspecto de un hecho psicológico de gran importancia: el hombre también produce símbolos inconscientes y espontáneamente en forma de sueños». Nos lo han dicho varias veces: la manzana no es de fiar.