La clave

Escocia señala el camino

Si la independencia escocesa desbrozaba el camino del independentismo catalán, la victoria del 'no' angosta todavía más, si cabe, el desfiladero

Enric Hernàndez

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Con la legitimidad que le brindaba su mayoría absoluta, Alex Salmond reclamó un referéndum que incluyera, junto a la independencia, una devolución máxima de competencias al Parlamento escocés. Esa, y no la secesión que abanderó por falta de alternativas, era su verdadera apuesta. Pese a que la tercera vía no tuviese una casilla reservada en las papeletas, esa fue la opción ganadora en el referéndum escocés. Pero el triunfo moral de Salmond no le eximió de presentar una dimisión que en la tradición política anglosajona resultaba del todo ineludible.

Con la legitimidad de quien se aferra a los principios democráticos, David Cameron levantó no pocas ampollas -en Londres y en Bruselas- al permitir un plebiscito que ponía en jaque la integridad británica, con el consiguiente riesgo de contagio en otros estados europeos con disputas nacionalistas irresueltas. El no escocés no brindó un gran triunfo al premier británico, pero, a escasos meses de las elecciones, su crédito político está bajo mínimos. A los pasajeros les irrita que el conductor dé volantazos, aun cuando lleguen sanos y salvos al destino.

El desfiladero se angosta

Los efectos colaterales del 18-S han dejado trasquilados tanto al ganador como el perdedor. Otros se tentarán las vestiduras antes de afrontar similares riesgos. Y es improbable que la UE, aliviada solo cuando conoció el veredicto de las urnas, mantenga ante futuros plebiscitos secesionistas la impasibilidad con que ha tolerado el escocés. Si la independencia de Escocia desbrozaba el camino del independentismo catalán, no es osado presumir que la victoria del no angosta todavía más, si cabe, el desfiladero.

Tres son las lecciones que deberían extraer los antagonistas del proceso catalán: la pulcritud democrática, entendida como el respeto a las normas, pero también a las mayorías sociales; la mutabilidad de los marcos legales, que deben estar al servicio de los ciudadanos en lugar de sojuzgarlos; y el valor de la concordia y el diálogo para garantizar la pacífica conveniencia. Escocia, con sus errores y su desenlace, señala el camino. Ojalá aquí sepamos tomar ejemplo.