Pequeño observatorio

Una enfermedad que no tiene remedio

Hay enfermos de amor, enfermos de envidia, enfermos de poder. Los enfermos del articulismo sabemos que no tenemos remedio

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JOSEP MARIA ESPINÀS

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Si un día no me llega EL PERIÓDICO, o tengo que salir muy pronto de casa, cuando estoy en la calle me siento como si fuera desnudo. Y también podría decir indefenso. ¿Qué explico hoy en mi artículo? Quizá lo escribí ayer, o antes de ayer, y mi pasado, por cercano que sea, cada vez es más borroso por el estricto presente.

Quizá he explicado, ya, la anécdota vivida. Voy por la calle y en un chaflán me detiene una persona para decirme: «Su artículo de hoy me ha gustado mucho». Le doy las gracias y sigo caminando. Y cuando llego al chaflán siguiente, otro señor también me detiene para decirme que me lee, sí, pero que el artículo de hoy no le ha gustado mucho. Me aguanto para no decirle: «Por favor, corra un poco, atrape a aquel señor que está más abajo y lo discuten». Lo recordaré siempre, y me lo repetiré, como quien de vez en cuando repasa una lección: no aspirar nunca al éxito absoluto.

Los hermanos Goncourt –en su honor se convocan en Francia los premios literarios que llevan su nombre– definieron así los diarios: «Unos céntimos de historia en un cucurucho de papel». Me parece una frase muy sugestiva. Los articulistas no dictamos artículos de fe. Sencillamente, articulamos, con suerte, tres o cuatro ideas, y el lector decide si el cucurucho contiene algo o está vacío.

Cuando yo era joven se hacía una distinción que hoy me parece un poco simplista: periodismo de mesa y periodismo de calle. El periodista de calle iba a buscar noticias y el de mesa era un redactor. Todo ha evolucionado y me parece que el oficio de periodista se ha hecho más complejo y a la vez más especializado. Recuerdo aquella especie de chiste de otros tiempos: «¿Usted es periodista? ¿Y cómo ha sido eso?». Se decía con el tono que también se utilizaba para lamentar que alguien se hubiera puesto enfermo.

Hay enfermos de amor, enfermos de envidia, enfermos de poder. Los enfermos del articulismo sabemos que no tenemos remedio.