Emociones

Se acusa a Podemos y a Guanyem de emplear la simpleza de la demagogia, de utilizar un puñado de lemas populistas para conectar con los ciudadanos y de construir un enemigo (la casta en general y el resto de los partidos en particular) para consolidar su posición. Es posible que todo ello sea cierto. Pero también lo es que la estrategia no difiere de la que hasta ahora han utilizado de forma machacona los partidos del poder. ¿Acaso el PP no se aupó al Gobierno a base de promesas imposibles de cumplir? ¿No han recurrido los partidos nacionalistas de un lado y otro del Ebro al montaje de un enemigo a batir? ¿Recordamos la campaña del PSC del Si tú no vas, ellos vuelven?

Ya hace mucho que la estrategia electoral se rindió al cortoplacismo y renunció a apuntalar el voto en la profundidad ideológica. Un juego que fue premiado por los ciudadanos. Con sus votos o con su indiferencia. Hasta que estalló la crisis, la precariedad se adueñó de nuestras vidas y la revelación de los casos de corrupción se tornó insoportable.

La indiferencia ha dejado de ser el silencio cómplice del poder para transformarse en hartazgo, rebeldía, indignación... Son muchas las emociones que se esconden tras la intención de voto a las nuevas formaciones ciudadanas. Tantas como las que ha provocado en los partidos tradicionales. Un revuelto emocional que reclama con urgencia el discurso profundo de las ideas a través de la razón.