Al contrataque

Elogio de la comisión

ERNEST FOLCH

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Es habitual que en este país nos echemos todos las manos en la cabeza simultáneamente por alguna cosa. La última (casi) unanimidad es la crítica a la comisión de investigación sobre el fraude y la evasión fiscal, del caso Pujol para los amigos, por los mortadelescos espionajes de La Camarga. De repente se ha decidido que es «un espectáculo que nos podríamos haber ahorrado». Pero basta mirar atrás para darnos cuenta de que quizá ha sido un gran acierto. Porque el denostado órgano ha obligado al menos al expresident Jordi Pujol a dar las explicaciones que nunca nos habría dado. Ha servido para entender mejor el misterio de los negocios de sus hijos y, por cierto, les ha brindado una oportunidad para defenderse. Ha permitido descubrir curiosidades inquietantes del pasado, como sucedió con Ramon Pedrós, exjefe de prensa del expresident, y finalmente ha puesto en evidencia a Alicia Sánchez Camacho por sus rocambolescas justificaciones del grotesco pero sustancial episodio de La Camarga.

Seguramente ha habido comparecientes mejorables, igual que ha habido preguntas excelentes, normales y mediocres. Es evidente que una comisión es un terreno abonado para intereses políticos y demagogias partidistas, pero da risa que esta acusación la hagamos los periodistas, como si también estuviéramos, nosotros y nuestros medios, libres de estas taras. La cuestión fundamental que debemos responder es: ¿sabemos hoy más cosas que cuando empezó la comisión y gozamos de más elementos de juicio? Sin duda, sí. Otra cosa es que no nos guste lo que oímos, pero no hace falta hacerse los ofendidos como las señoritas a la hora del té cuando aparecen las entrañas de un vulgar espionaje.

Un océano de fango

Y es que pedimos a gritos la verdad, pero cuando la tenemos delante de nuestras narices decimos que nos la tapen. Pedimos que los parlamentarios escuchen a la calle, pero cuando lo hacen los vemos vulgares. Pedimos que se investigue la corrupción, pero cuando se investiga no nos gusta lo que encontramos. Por supuesto que podrían mejorarse preguntas y afinar comparecencias, pero esta repentina coincidencia en apalear a la comisión quizá tenga que ver con que no soportamos las conclusiones que ya intuimos que reflejarán un país más sucio de lo que creíamos.

Sí, Catalunya fue también este océano de fango, pero la solución no es precisamente taparlo, como quieren algunos. En el otro lado, después de años de Gürtel, cajas b y todo tipo de contribuciones al festival mundial de la corrupción, la perversa mayoría absoluta del PP ha permitido bloquear cualquier comisión de investigación. Entre los que eligen escarbar su pasado, aunque sea muy feo, y los que prefieren tapar permanentemente su porquería, me quedo con los primeros. Bienvenida la comisión, aunque duela.