Dos miradas

El túnel

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Pocas veces hemos vivido con tanta intensidad la llegada de una nueva tradición como este viernes y, por extensión, también este lunes, con la historia estrafalaria del Black Friday y, por extensión, el Ciber Monday. Pocas veces ha habido, en tan poco tiempo, un bombardeo tan incesante de la publicidad para hacernos comulgar con las ruedas de molino del consumismo y de la adquisición de costumbres que no tienen nada que ver con nuestra manera de ser. No quiero ponerme el disfraz de moralista, pero es casi inevitable referirse a la desproporción enorme que habitaba en los medios este fin de semana. Mientras la promoción de las rebajas (¡perdón!: un político catalán dijo que no se trataba (sic) de rebajas sino de descuentos) era compulsiva, agresiva e incesante, por tierra, mar y aire, y al tiempo sabíamos que la pobreza extrema afecta a un 12% de los catalanes. Mientras había colas en las grandes superficies y en las tiendas, por citar solo dos, de Chanel y de Michael Kors del paseo de Gràcia, un ejército de personas sin comida esperaba que el Gran Milagro de la Caridad volviera a llenar de toneladas de alimentos los escasos almacenes de la supervivencia. No quiero hacer de moralista, pero es que cuesta mucho no serlo. La desproporción es tan enorme que clama al cielo. Sí, ya sé que el comercio es uno de los motores (y síntomas) para imaginar el final del túnel. Pero en mitad del túnel hay gente. Demasiada gente. Personas.