Geometría variable

El reverso de la campaña europea (3): CiU

JOAN TAPIA

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CiU tuvo un gran éxito en el 2011 al ganar por primera vez al PSC -con Josep Antoni Duran Lleida abriendo la lista- unas elecciones legislativas. No le fue tan bien en las anticipadas del 2012, cuando Artur Mas aspiraba a una mayoría «excepcional» (superior a la absoluta) y acabó perdiendo 12 diputados. Pero, con todo, fue de largo la primera fuerza y ha podido seguir gobernando y dirigiendo el proceso tras el pacto con ERC.

Ahora CiU tiene una papeleta difícil porque todo lo que no sea ganar comportará cierta pérdida de autoridad y, por otra parte, las europeas no han sido nunca su mejor terreno de juego. Para empezar, CDC está en el grupo liberal y Unió, en el popular, donde pinta más bien poco desde que el PP -como Berlusconi- fue admitido en el antiguo grupo democristiano (del que  Aznar hizo expulsar al PNV). La influencia de CiU en Europa es, pues, muy escasa dentro de los dos grandes grupos parlamentarios: el popular, que presenta a Jean-Claude Juncker, y el socialista de Martin Shultz.

Además, desde la sustitución de Carles Gasòliba (había que enviar a Europa a Pere Esteve, que se había hecho independentista antes de tiempo y que acabó en Esquerra), Convergència perdió contactos. Luego, Ignasi Guardans, un político inquieto que irritó a Aznar en Madrid con la guerra de Irak, logró alcanzar cierta notoriedad, entre otras cosas con su protesta contra los registros en los aeropuertos. Pero Guardans no tenía la obediencia requerida y fue apartado y relevado por Ramon Tremosa.

Por otra parte, CDC apostó a fondo -ahí están las insistentes declaraciones del portavoz Francesc Homs- por una lista unitaria del nacionalismo en estas elecciones para dar visibilidad al proceso. También para evitar el posible sorpasso de ERC que algunas encuestas señalaban. Pero la lista unitaria fracasó. Razones: Duran era reticente hasta la médula y Junqueras priorizó el fortalecimiento propio, amalgamando a Esquerra con la huella del maragallismo, una ambiciosa opa a sectores catalanistas, históricamente no independentistas, de centro-izquierda. Y la presencia de Pasqual Maragall en el mitin de ERC del domingo solo confirma esta estrategia.

El mensaje de Junqueras es que ERC es más independentista que Mas («no toleraré que CiU dé marcha atrás en la consulta») pero también está más abierta a otros antiguos electorados. Mas y Junqueras saben que su gran escollo es el PSC, el único que les puede disputar la centralidad en el electorado catalán. Creen que un PSC en la cuneta y la batalla en exclusiva contra el PP y Ciutadans serían la garantía del triunfo. Y Junqueras parece mostrar con Ernest Maragall más oficio para pescar en ese electorado.

CiU tiene tres objetivos. Uno, que el electorado catalán se movilice más que el español para mostrar que la consulta es el objetivo prioritario de Catalunya (la ausencia de lista unitaria lo dificulta). Dos, llegar por delante y a cierta distancia de ERC. El empate sería solo el mal menor. Tres, que el PSC quede lejos de los dos nacionalismos para ningunear su presencia en el espacio central de la política catalana.

Pero Mas tiene una dificultad añadida. El PP europeo, el de Angela Merkel, ya ha dejado claro por boca de Jean-Claude Juncker que abona las tesis de Rajoy sobre la unidad española. El primer ministro francés, Manuel Valls, dirá mañana en Barcelona algo no demasiado distinto junto a Felipe González y Pere Navarro. Y el candidato de CiU, el inteligente liberal belga Guy Verhofstadt -que representa solo la tercera fuerza- se ha mojado poco a favor del derecho a decidir. El único compromiso serio con la tesis soberanista ha sido el de la candidata verde, la alemana Ska Keller. A nivel europeo, Joan Herrera le ha ganado la partida a Mas. Y a Junqueras.