La clave

El otro 'president' mártir

La imputación de Mas puede ser un símbolo del catalanismo, como lo es la figura de Companys

JUANCHO DUMALL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Jordi Canal recoge en su reciente Història mínima de Catalunya (Turner) un suculento fragmento del artículo publicado por el periodista Manuel Chaves Nogales en el diario Ahora, en marzo de 1936, tras el regreso a Barcelona de Lluís Companys al salir del penal del Puerto de Santa María. El president de la Generalitat cumplía en el presidio gaditano la condena de 30 años impuesta por el Tribunal de Garantías Constitucionales de la República por haber proclamado el Estado catalán el 6 de octubre de 1934, con funestas consecuencias. El triunfo de las izquierdas en las elecciones de febrero de 1936 dio paso a la amnistía general de la que se benefició el líder de ERC. Fue entonces cuando pronunció una célebre frase: «Volveremos a sufrir, volveremos a luchar, volveremos a vencer». Pues bien, Chaves Nogales escribió entonces: «Dentro de poco Companys será, como lo fue Macià, un puro símbolo. Reconozcamos que Catalunya tiene esa virtud imponderable: la de convertir a sus revolucionarios en puros símbolos, ya que no puede hacer de ellos perfectos estadistas. Lo uno vale lo otro».

Ablandar a la CUP

Viene esto a cuento de la imputación de Artur Mas por el TSJC, con la que el actual president inicia, como su antecesor de los años 30 y salvando todas las distancias, el camino de entrada en el martirologio. Por encima de las vicisitudes políticas derivadas de las elecciones del domingo, Mas ha subido varios escalones para convertirse en otro símbolo del catalanismo. Todo un éxito del Estado español y del Gobierno del PP.

Lo paradójico es que la citación a declarar -el 15 de octubre, aniversario del fusilamiento de Companys, como se señaló oportunamente desde Junts pel Sí- le puede ayudar a ablandar a la CUP para ser investido. Se le acusa de «desobediencia» por sacar las urnas, y esa es la palabra fetiche de Antonio Baños. No es lo mismo negarle el voto a un político de derechas, líder de un partido acosado por la corrupción y responsable de un programa de recortes, que hacerlo a un héroe que planta cara al Estado.

Mas no es un estadista. No tiene un Estado y gobierna de espaldas a media Catalunya. Pero sí es un símbolo para la otra media.