La clave

El feo gesto de Joan Delort

JUANCHO DUMALL

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Joan Delort, el jefe político de la Guardia Urbana de Barcelona, se ha equivocado al dejar correr la noticia de que abandonará el puesto antes de que Ada Colau llegue a la alcaldía. Lo que le corresponde a un servidor público que lleva en el mundo de las policías locales desde 1980 -¡35 años!- es mantenerse, dicho en la jerga de los uniformados, en primer tiempo de saludo hasta que los nuevos responsables del Ayuntamiento tomen posesión de sus cargos, dentro de ¡15 días! La decisión de Delort, que tiene cierto aire de pataleta, no es la más adecuada para favorecer una alternancia ordenada y sin tensiones en la institución, que es lo que corresponde después de unas elecciones democráticas en las que se produce un cambio de mayoría política.

Porque el gesto de Delort no se queda en el terreno particular -una especie de «me voy cinco minutos antes de que me echen»-, sino que anuncia una actitud de hostilidad de los jefes del cuerpo policial hacia los nuevos responsables políticos. Sería lamentable que en la Guardia Urbana de Barcelona viviéramos un remake de la rebelión soterrada en los Mossos d'Esquadra contra el conseller Joan Saura, en el Gobierno tripartito que presidió José Montilla. Agentes del cuerpo policial catalán se manifestaron entonces contra su jefe político, en una insólita muestra de corporativismo.

Radicales y perroflautas

Pero lo peor del aspaviento de Delort es que refleja algo más inquietante: la animosidad hacia una fuerza, Barcelona en Comú, por parte de quienes parecen creer que los salones del poder no merecen ser hollados por radicales y perroflautas.

Se podrá estar más o menos de acuerdo con las ideas de Ada Colau, pero  los resultados de las elecciones le dan derecho a buscar los apoyos para convertirse en alcaldesa, a tejer los pactos para asegurarse una mayoría estable en el gobierno municipal y a desarrollar las nuevas políticas que anunció en su campaña, incluida el área de seguridad. Hace tiempo que pasó a la historia la costumbre tan anglosajona de dar cien días de cortesía a los nuevos responsables públicos. Pero es que a Colau ni siquiera se le ha dejado celebrar el triunfo.