La clave

El estilo Pedro Sánchez

La política posmoderna busca marcas y caras que amparen proyectos en red

ALBERT SÁEZ

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Lluvia de críticas a Pedro Sánchez desde la derechona española a propósito de su doble aparición televisiva en Sálvame y en El hormiguero. Ya no se acuerdan de aquellas estupendas chicas Hermida del PP de los años 90 del siglo pasado, vestidas todas ellas con la falda por encima de la rodilla repitiendo una y otra vez el grito de guerra de Aznar: «Váyase, señor González». La política se aleja de la gente cuando algunos señalan la paja en el ojo ajeno mientras no ven la viga en el propio.

La estrategia comunicativa de Sánchez no es buena por el mero hecho de que la critique el PP. Tiempo al tiempo. En política, el exceso de locuacidad puede ser tan contraproducente como el silencio. Fracasó Montilla, pero también Antonio Hernández Mancha. El estilo Sánchez lleva el sello de la sagaz politóloga Verónica Fumanal, que cuenta en su haber con la transformación de un charlatán como Albert Rivera en un proyecto de líder político posmoderno. El reto es que Rivera tenía suficiente con una idea para sobrevivir, una idea que los posmodernos dirían adaptativa, pero no tenía ni ambición ni voluntad ni fuerza transformadora. De momento, Sánchez viste camisa blanca pero a todos nos ha quedado clara la inscripción de su camiseta interior: «No soy Rubalcaba». Por eso ni viste ni habla ni escribe ni se mueve como su antecesor. No sabemos aún si tampoco piensa como Rubalcaba. Eso lleva su tiempo.

La estrategia del actual PSOE tiene la supervivencia como objetivo fundamental. Se trata de no disgustar a nadie y de proporcionar a sus candidatos en las municipales un paraguas de simpatía y proximidad que haga olvidar a Zapatero y su destacado papel en la crisis. Con ese objetivo, casi todo vale: votar contra Juncker o llamar a Sálvame. Si habláramos de fútbol, diríamos que Sánchez es un resultadista, sabe perfectamente que su vida política puede acabar en las municipales. Le eligieron para eso.

Franquicias

El estilo Sánchez no es personal. La política posmoderna busca marcas y caras que amparen proyectos en red. La incógnita es saber si los barones del PSOE también han aprendido la lección.