El Barça invisible

DAVID TORRAS

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No ganó Messi aunque siga siendo el mejor y solo Iniesta le acompañó en una gala a la que no hace tanto el Barça se presentaba con un avión atiborrado de jugadores y en que se acababa brindando con el Balón de Oro por testigo y unos cuantos premios más. Últimamente cada vez es más invisible y ayer, más que nunca. No ganó MessiMessi, aunque podría haber ganado, y la representación azulgrana tuvo en Albert Soler, director de relaciones institucionales, a la máxima autoridad. Un ejecutivo. Nada que ver con las imponentes alineaciones de los otros grandes clubs que desfilaron por la alfombra roja de Zúrich.

Es sorprendente que con los cientos de asesores que van acumulándose en la cúpula del club, con un organigrama que ni Barack Obama, nadie haga ver al presidente la conveniencia de acompañar a Messi en un día como ayer. Y con más motivo ante la sospecha de que no ganaría. O que se lo hagan ver y sea Bartomeu el que se empeñe en no viajar. Se debatió hasta última hora ante la situación generada con el jugador, pero no hubo marcha atrás por aquello del 'qué dirán' después de haber anunciado que no iría. El argumento de la ruptura de relaciones con la FIFA, al estilo del «estem molt enfadats, molt» de Rosell con el Madrid de Florentino y Mourinho en lo que no fueron mas que palabras vacías cara a la galería (después comieron juntos tan amigos), es de un infantilismo casi ridículo. El club ha pasado de negarlo todo, como en el 'caso' Neymar, a asumir una cadena de errores y acabar casi presumiendo de que los responsables han sido despedidos. Eso sí, sin querer dar nombres, como si fuera tan difícil identificarlos. Hay que imaginar a Blatter desconsolado y preocupadísimo por la ausencia de Bartomeu, y la amenaza de la durísima carta que le enviará, después del efecto que han tenido todas las gestiones previas al castigo y el recurso posterior.

Asumida la pérdida de poder y control en la FIFA y otros estamentos, al Barça no se le ocurre nada mejor que escenificar su descontento el día en que uno de los grandes protagonistas es Messi, como si fuera contradictorio acompañarle y trasladarle cara a cara a Blatter la indignación. En lugar de ese gesto más valiente todo quedó en una reunión de Soler con el secretario general. Ni con Blatter directamente habló. Es probable que Messi no echara de menos a Bartomeu ni a cualquier otro directivo. Si acaso hubiera preferido estar acompañado por algún compañero más en el podio, un signo de que el Barça también ha perdido peso deportivamente y uno de los motivos que condicionan su futuro.

Ayer volvió a dejar abierta una vía de escape, como también hizo Cristiano, sin que dé tanto que hablar y nadie le vea fuera del Madrid. Pero los culés se quedan con el mensaje que lanzó después de hacer lo que hizo ante el Atlético. Cuatro palabras de Messi tienen más valor y rebajan más la tensión que horas y horas de rueda de prensa de Bartomeu y todos los comunicados del club. «No quiero irme del Barça». En eso sí quieren creer por más que asuman que no es una garantía y que Messi no es perfecto.

Y que no todo lo que se ha dicho y publicado esta semana es mentira. Nadie puede hacer creer que aquí no ha pasado nada después de haber destituido al director deportivo, haber mantenido contactos con posibles sustitutos (que pudieran entrenar si llegara el caso, lo que también debilita a Luis Enrique) y haber convocado elecciones contra la voluntad del propio presidente, en cuya hoja de ruta no figuraba este plan sino aguantar hasta el 2016. Era su única salida, fomentada por una mayoría de directivos, pero no es una decisión tomada bajo aquel eslogan de 'Primer, el Barça' que tantas veces han incumplido. Hay un interés personal que desde ahora condicionará muchos de sus actos, de tal manera que será difícil determinar si Bartomeu actúa como presidente o como candidato. Igual que cuando baja al vestuario a hablar con Messi en lugar de citarlo en su despacho. De hecho, da la sensación de haber empezado ya la campaña aunque no todos los que tiene al lado la hagan a su favor.

Sea quien sea el presidente dentro de un año, la mejor imagen sería verle junto a Messi. Con el quinto Balón de Oro. Leo no está acostumbrado a perder. Y últimamente lo hace a menudo.