Análisis

Edad y trabajo

M. ÀNGELS VALLS

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La edad es una de las variables más significativas a la hora de analizar el mercado de trabajo, con el sexo o el nivel de formación alcanzado. De estas variables dependen las probabilidades de encontrar trabajo (y de perderlo) y de qué tipo se trata en términos de temporalidad, parcialidad o salario. En el caso de las personas más jóvenes, incluso cuando el mercado de trabajo no tenía en el paro su principal reto, preocupaba especialmente la dificultad de acceder a un primer empleo, así como la dificultad de consolidar una trayectoria laboral coherente y estable.

Con la llegada de la crisis económica y, sobre todo laboral, estas dificultades todavía se mantienen. El camino hacia el trabajo es cada vez más largo, apareciendo nuevas figuras interpuestas que acaban configurando un seudomercado laboral en forma de prácticas curriculares o prácticas que no suponen relación laboral en tanto que la persona joven (o no tan joven ) esté realizando una formación reglada. A estas alturas podemos decir que hay todo un mercado 'de trabajo' para convertirse en becario. En este camino, también hay que encarar los nuevos cantos de sirena que instan a ser valiente y emprender. Si antes de la crisis era la época del «yo no soy tonto» y por ello «dejo los estudios, me pongo a trabajar y me hipoteco», el nuevo contexto laboral parece haber descubierto la píldora milagrosa contra el paro con el no seas tonto y emprende. Ciertamente las personas jóvenes no lo tienen fácil y mucho trabajo les va a costar encontrarlo.

Las políticas activas de empleo

La cifra de paro de los jóvenes, que tradicionalmente ha doblado la cifra global, hizo finalmente que sonaran las alarmas. El paro juvenil español ha llamado la atención, tanto a nivel nacional como internacional, hasta llegar a hacernos pensar erróneamente que el problema del paro era únicamente un problema de desempleo de los jóvenes. Aunque el peso de los jóvenes en el total de personas paradas de hecho ha disminuido, han centrado la atención y acaparado los recursos cada vez más escasos destinados a las políticas activas de empleo. Los recursos dedicados no parecen haber funcionado, tal y como era de esperar según las evaluaciones realizadas de este tipo de medidas específicas para jóvenes.

Si nos fijamos en el movimiento del mercado de trabajo, vemos cómo los jóvenes no lo tienen fácil, pero son los que mejor se han adaptado a una nueva dinámica laboral por la que puedes ir entrando y saliendo de un mercado de trabajo cada vez más estacional. Así, las probabilidades de perder el trabajo son mayores si eres más joven, pero a la vez, los más jóvenes tienen también más probabilidades de encontrarlo. Para los mayores de 45 y, especialmente, de 55 años sucede todo lo contrario: menos probabilidades de perder el trabajo pero si lo pierden, pocas probabilidades de volver a encontrar uno nuevo.

Desgraciadamente hay que seguir hablando de paro de los jóvenes, de paro de los mayores, de los que no tienen formación, de los que ya no cobran la prestación, de los que no la pueden cobrar, los parados de larga duración... Pero, por lo menos, hablemos.

Firma también este artículo Desirée García, de Càritas Diocesana de Barcelona.

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