DOS MIRADAS

Dos vuelos

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Colgamos de un hilo, estamos expuestos a la más inconsciente jugada del destino (una bocanada agónica) que nos hace mover igual que unos muñecos ofrecidos al capricho de un niño enloquecido. Maarten de Jonge es un ciclista holandés que tenía que haber viajado en el vuelo MH17 de Malaysia Airlines que fue impactado, en Ucrania, por el misil que todos sabemos. Noticias como esta hay muchas. Cada vez que se produce un accidente, un atentado, una circunstancia inesperada y trágica, al lado de las víctimas siempre acaba saliendo la familia que perdió el avión porque tuvieron que cambiar a última hora los pañales del bebé o porque no había suficientes billetes para viajar juntos. Un clásico: el azar que nos lleva al desastre y el que nos da una segunda oportunidad que contemplamos con la desazón de la losa del porqué sobre los hombros inocentes de los que se han salvado sin saber que se estaban salvando. Hace cuatro meses, sin embargo, el ciclista holandés también perdió otro vuelo de la misma compañía. Optó -siempre a última hora, esos minutos decisivos- por un trayecto sin escalas. Aquel avión es el que desapareció en el Mar de China.

¿Qué pensará este deportista cuando vuelva a despegar? ¿Que ahora sí que ha llegado el momento? ¿Que finalmente el destino -en forma de unas campanadas grotescas en plena noche- le llama con la voz ronca de la muerte? ¿O que al fin todo es una historia de ruido y furia contada por un demente?