Los jueves, economía

¿A dónde va la economía?

Las medidas de estímulo financiero y del consumo pueden agravar nuestros problemas a medio plazo

ANTONIO
Argandoña

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El miedo es libre, suele decirse. Y parece que en los últimos días se ha paseado por los mercados financieros de unos cuantos países, provocando, entre otras cosas, caídas importantes en las bolsas y movimientos de capitales hacia los llamados activos refugio, como la deuda americana, que suelen comportarse mejor en caso de crisis. Y como nos han dicho que los mercados financieros son el reflejo de la economía real, la pregunta que muchos nos hacemos es: ¿es esto el fin de la recuperación económica, o es solo un susto transitorio?

Hay motivos para el sobresalto, pero me parece que no estamos ante una nueva recesión. Los mercados financieros pueden ser buenos indicadores de la economía real, pero a veces se dejan llevar por la euforia: la liquidez mundial es abundante, los tipos de interés muy bajos y la confianza en los bancos centrales ha sido magnificada. Pero esa confianza no está justificada: evitaron, sí, una grave crisis financiera, pero no son capaces de hacer crecer el PIB. Me parece que hemos presenciado en los últimos días la evidencia de que nadie ata los perros con longaniza.

El Banco Central Europeo,por ejemplo, tomó medidas extremas hace unas semanas, pero, si entendí bien lo que dijo Mario Draghi, su gobernador, acababa de vaciar con ellas su caja de herramientas. La solución, dijo, está en la política fiscal y en las reformasLa política fiscal expansiva sigue siendo la panacea para muchos, pero choca con un grave problema: provoca un aumento de deuda, que preocupa a los mercados. Y las reformas… bueno, los gobiernos no se atreven con ellas, y la resistencia de los grupos de interés es numantina. En todo caso, sus efectos se notarán a medio y largo plazo; pero la sociedad es cortoplacista y sin paciencia. Pregunte a los inversores: corren a las acciones, cuando anuncian rentabilidad, y huyen a la deuda en dólares, cuando la volatilidad aumenta.

Bueno, me dice el lector, pero, ¿y España? España está en mejor situación, porque ha hecho algunos deberes, moderando su déficit público, reformando el mercado de trabajo, ganando competitividad para aumentar las exportaciones y creciendo a un ritmo que es moderado, pero que nos parece formidable después de siete años de crisis. Pero aquí tampoco atamos los perros con longaniza. No soy pesimista, pero me parece que la mejor manera de no llevarnos un disgusto es no tener excesivas expectativas para el futuro. Las exportaciones sirvieron de motor para sacarnos de la recesión, pero ahora han perdido algo de fuelle, sobre todo porque nuestros clientes no pasan una buena temporada. La depreciación del euro nos ayudará, pero no mucho, porque la zona euro sigue siendo nuestro principal mercado. Las exportaciones tiraron de la inversión en equipo: esto trajo un aumento de las importaciones, pero no hemos de demonizarlas, porque son necesarias.

Nos queda el consumo, que ha crecido a buen ritmo: un 2% anual en el segundo trimestre, lo que está muy bien. Pero me parece que no podemos poner demasiados huevos en la cesta del consumo. La deuda de los hogares es muy alta, cerca de 1,2 veces la renta de las familias; es llevadera, porque los intereses son moderados, pero hay que reducirla. Y mientras no nos perdonen nuestras deudas, la manera convencional de devolver los créditos y las hipotecas es ahorrar. Y ahora el ahorro de las familias españolas, restada la parte dedicada a devolver las deudas, es cero.

O sea: las familias españolas están aumentando su consumo a costa de su ahorro. Esto es pan para hoy hambre para mañana. Pero la actitud de mucha gente es la del carpe diem: aprovecha el hoy. La industria del automóvil pedía hace pocos que se adelantase el Plan Pive del 2015, porque las ayudas de este año ya casi se han agotado. El argumento es el mencionado: estimular la demanda significa generar ingresos y confianza. Correcto. Pero esto nos retrotrae a la cuestión inicial: la fe en las medidas de estímulo no estaba justificada.

¿A dónde quiero ir a parar? Si Draghi tenía razón, las medidas de estímulo financiero y del consumo no van a resolver nuestros problemas a medio plazo, y los pueden agravar. Esas familias fuertemente endeudadas que han aumentado su consumo a costa de su ahorro tendrán problemas el día en que los tipos de interés vuelvan a crecer. Claro que podemos confiar en que los bancos centrales continúen indefinidamente su política de abundancia de liquidez, pero esto son esteroides, y una persona sana no crece a base de ellos. Evitar que la demanda se derrumbe fue un gran acierto hace unos años; confiar en que la demanda, impulsada por la abundancia de liquidez, será capaz de conseguir un crecimiento estable, sostenible y competitivo es otra cosa.