La rueda

Desaires de iconoclastas

La decisión de ignorar lo que bulle en los movimientos alternativos no sirve para anularlos

CARLOS ELORDI

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La retirada del busto del anterior Rey en Barcelona, el cambio de nombre del polideportivo de Zaragoza o que el alcalde de Santiago no haya acudido a la ceremonia religiosa del día de Galicia son las grandes noticias políticas y periodísticas del momento. Para unos cuantos exponentes de la derecha son herejías que merecen duros castigos. Para los bienpensantes de izquierdas son meros gestos que denotan que los movimientos alternativos que se han hecho con la mayoría de las grandes alcaldías españolas carecen de verdaderos programas de actuación.

A los primeros cabría decirles, pero tal vez ya lo saben y por eso justamente hacen que se indignan tanto, que la supresión de símbolos y hábitos tradicionales de la vida institucional y política es señal de una voluntad de modificar los contenidos de las mismas. No se sabe si lo conseguirán, pero para eso les han votado. A los segundos habría que recordarles, aunque no les haga mucha falta pues a eso mismo dedican buena parte de sus esfuerzos, que hoy por hoy buena parte de la acción política es comunicación y que ahí solo las noticias muy llamativas tienen espacio. Son gestos, sí, pero con intención.

Lo que habría que saber es cómo están acogiendo las gentes que votaron a esas candidaturas lo que están haciendo sus alcaldes. Pero es de suponer que ese mundo estará muy de acuerdo con esos pequeños desaires a una monarquía que se supone intocable y a una Iglesia católica que se sigue creyendo omnipotente, cuando menos a la hora de las ceremonias. Sin embargo, en los medios de comunicación solo salen los rechazos y las críticas a lo que hacen los suyos. Lo malo es que la decisión de ignorar qué bulle en el movimiento alternativo no sirve para anularlo. Incluso puede reforzarlo. Porque no son unos parias, tienen sus propias redes de comunicación, creen que van bien y quieren ir a más.