El debate sobre soberanías

Uno de los fenómenos más aparentemente contradictorios que se da en plena aceleración de la globalización es el debate sobre soberanías. Se podría pensar que cuando está en declive la capacidad de decidir de manera independiente sobre cualquier cosa, deberíamos estar pensando en cómo construir espacios en los que, desde las interdependencias existentes, se pudiera resolver problemas colectivos de forma eficaz. Pero vemos más bien lo contrario: tensiones sobre soberanías en litigio, con proclamas de unilateralidad y desconexión, en un mundo hipervinculado e irremediablemente interconectado.

En este escenario se agradece que se trabaje en recuperar microsoberanías, de esas que afectan al día a día de la gente. El jueves supe que en Aras de los Olmos, un pueblo de Valencia, se ultima el plan que permitirá la autosuficiencia energética de sus 400 habitantes, lo que reducirá a la mitad el coste de luz para sus vecinos y la venta de la energía sobrante. Y todo ello a pesar de que el Gobierno soberano español hace todo lo que puede para dificultar ese tipo de procesos.

En Barcelona, se anunció, también el jueves, que el Ayuntamiento pondrá en marcha un operador energético municipal que organice la generación de energía eléctrica en la ciudad, a partir de tecnología fotovoltaica en terrazas y cubiertas tanto de particulares como de edificios o espacios públicos. Los 130 millones a invertir hasta el 2019, permitirán ir avanzando en un modelo de energía renovable basado en la autoproducción y el autoconsumo, desde un ejercicio de microsoberanía local con liderazgo público. Podríamos hablar de declaración unilateral de independencia energética. Una forma de construir desde lo cotidiano, y desde la voluntad compartida y distribuida de gentes y saberes, espacios de soberanía útiles.