El ridículo principal no es el de la CUP

Querer que un gobierno dependa de un partido asambleario es un mayúsculo desatino

JOAN TAPIA

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Seamos claros. Que después de la peor crisis desde el 1929, con una subida del paro del 8% al 25%, y con una gestión mediocre de los partidos de gobierno (PP y PSOE en España, CiU y PSC en Catalunya), el 8% de los catalanes voten a una plataforma de protesta como la CUP es hasta cierto punto lógico. La CUP es expresión de un gran enfado y sus razones y peticiones deben ser estudiadas.

Pero los partidos responsables no pueden confiar en la CUP para gobernar. La CUP ha nacido para gritar y protestar y su maduración en fuerza de gobierno -si se produce- será lógicamente lenta. Que pidan la luna es normal. Que no sepan decidir, también. Que dos opciones contrapuestas empaten en una asamblea de más de 3.000 militantes es una rareza matemática…pero puede ser.

Lo que no puede ser es que tres meses después de unas elecciones adelantadas Catalunya siga con un gobierno en funciones pendiente de lo que decida una asamblea de 3.000 anticapitalistas, uno de cuyos profetas (el antropólogo Manuel Delgado) confiesa que no acudió por pereza. No es serio pero la culpa es solo de los que han elegido a la CUP como el mejor aliado para gobernar y lograr algo sin precedentes: que una parte de un Estado de la UE se independice y siga en la UE. Opción estrambótica pues ya se sabe que la CUP aboga por salir de la UE, al igual que el Frente Nacional francés y otros partidos de extrema derecha.

La responsabilidad no es de los 'cupaires' que son lo que son y tienen derecho a serlo. El pecado es de quien tiene a Catalunya paralizada porque se ha metido en un laberinto grandilocuente y sabe que solo puede ser elegido -pese a que en la campaña del 2010 se presentó como “business friendly”- con el voto de los anticapitalistas. Artur Mas dijo el otro día -en un acto de Foment- que había que afrontar las convulsiones con paciencia, perseverancia y determinación y sabiendo que el pacto -que la cultura hispánica equipara a la humillación- no debe confundirse en un país moderno como Catalunya con una bajada de pantalones. Y así se ha comportado hasta llegar a lo que Carles Campuzano, el número dos de la candidatura de CDC a Madrid, define como “Ridículcup” y concluye que la única salida es buscar otro aliado o ir directamente a elecciones. Pero Campuzano no será escuchado sino silenciado y Mas -perseverante- rezará para que la CUP decida investirlo y condicionarlo. No es la CUP la que hace el ridículo sino el catalanismo independentista que ha trastocado el programa máximo en mínimo, que ha convocado elecciones anticipadas sin necesidad alguna y que se ha creído que la independencia es algo a lo que se puede llegar contra el deseo de algo más de la mitad de los catalanes (ahí están los resultados del 27-S y el 20-D), contra la voluntad del Estado español y contra el criterio de los estados europeos que se alarman cuando se habla de “subdivisión de los estados”.

Mas es el responsable del gran desbarajuste. Y como Catalunya es el país más avanzado y más europeo de España, si Catalunya se retuerce en sus pluralidades, ya intuimos lo que puede acabar pasando en el resto de España: que la vuelvan a dominar los vientos del incivil pasado. Si Catalunya se confunde…