Cruyff, los Rolling y la poli

JOAN OLLÉ

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Compartí una horita con Cruyff. Aceptó, algo inusual en él, una entrevista en 'La R-PÚBLICA' de COM-Ràdio que dirigía mi hermano Joan Barril. Llegué cinco minutos tarde y el Míster me impuso la multa de pagar desayuno para todos, y todos estuvimos pendientes de cómo Él mordía el cruasán, sorbía el café y reinventaba el castellano. Era como Carme Balcells: sabíamos que vivía entre nosotros, a dos pasos, pero no solía dar prueba de su existencia. De eso debe hacer más de una década.

En la puerta de mi habitación de trabajo tengo, clavada con una chincheta, una foto de un jovencísimo Johan rodeado de policias franquistas, entonces llamados grises. La foto es en blanco y negro, por lo que no se acaba de apreciar el contraste entre la camiseta 'blaugrana' y el pelo rubio de Cruyff con el color de rata de los agentes. La imagen tuvo lugar el 9 de febrero de 1975, en Málaga, cuando tras el segundo gol local, el holandés comenzó a protestar de tal manera que la policía tuvo que arrancarlo del césped. Tengo otra foto policíaca, clavada con otra chincheta, en mi memoria: data de 1965 y se ven dos risueños guardias civiles con bigote flanqueados por cuatro jóvenes con traje negro y corbata que respondían a los nombres de John, Paul, George Ringo, dos de ellos saludando marcialmente.

SÍNTOMAS DE MODERNIDAD

El pasado jueves, desde mi refugio marroquí, me dediqué a zapear por los canales internacionales. Las noticias eran tres y solo tres: la muerte de Cruyff, el escaso rendimiento de la policía belga, es decir europea, y el concierto de los Rolling Stones en La Habana tras la actuación del telonero Obama con los cómicos Pánfilo y Chequera, colegas de risa de Carles Flavià. Todo ligaba perfectamente.

Si el desembarco español de los Beatles y, una década más tarde, de Cruyff, custodiados y no aporreados por las fuerzas de seguridad, representaron los primeros síntomas de modernidad en un mundo más cruel y viejo que la tos, puedo imaginar lo que siente la juventud y no tan juventud cubana al escuchar por primera vez en casa a los de la lengua fuera, vomitando decibelios y satisfacciones. Les llegan algo viejos, como el parque móvil de La Habana: Jagger ya ha cumplido los 72, superando por poco a los fumadores Cruyff Flavià.

La muerte y la primavera, como mi admirada Emma Riverola parafraseaba en un artículo el título de la novela de Rodoreda. Sí, semana de crucifixión en primavera. Pero no duden que este domingo de la mona, y por su humana condición de Dios, Johan subirá a los cielos sin bajar del autobús con el cura Flavià y los inocentes de Bruselas a los acordes de Compay Segundo y sus satánicas majestades. Jugad y disfrutad, muertitos guapos.