La eficiencia energética

Crisis, edificación y futuro

Cinco millones de viviendas del parque español precisan ser regeneradas en los próximos 20 años

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RAMON FOLCH

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¿Dónde vivimos los europeos? La mayoría, en casas con más de 50 años. En Barcelona, la edad media de las viviendas supera los 60 años. Una longevidad lógica, porque los edificios son artefactos onerosos -ycostumizados- que deben durar. Ya no es tan lógico, en cambio, que estén en mal estado. Por desgracia, es el caso. La mayoría de las viviendas, en especial en la Europa mediterránea, han tenido un mal mantenimiento y, además, no han incorporado las actualizaciones que las nuevas necesidades exigen y la tecnología disponible permite.

La fiebre constructora de estos últimos años agravó el problema. Mucha obra nueva es de calidad muy discreta, de modo que el mercado está saturado con construcciones que, a medio plazo, aportarán problemas de mantenimiento y adecuación. El 90% de los edificios que habrá en el 2050 ya existen hoy; o sea, que su promedio de edad será entonces de más o menos un siglo. Debemos prepararnos para vivir en un parque inmobiliario viejo. Se trata de evitar que encima resulte obsoleto.

Se impone, pues, la rehabilitación al por mayor. El sector de la construcción está desmoralizado y desconcertado. Víctima de sus propios excesos, ha naufragado en la borrachera edificatoria que tanto contribuyó a la crisis que atravesamos. Los intentos por recuperar el ritmo edilicio anterior no tienen posibilidad alguna. En España hay centenares de miles de pisos desocupados y millones de metros cuadrados de oficinas por alquilar. A su vez, de un total de 22 millones de viviendas ocupadas, al menos cinco millones necesitan ser rehabilitadas cuanto antes. El sector de la construcción ha de reconvertirse, rápidamente, en sector de la rehabilitación.

En sector, digo bien. Rehabilitar a semejante escala no es tarea menor o subsidiaria. En intensidad de mano de obra, y más si cabe en destrezas específicas, puede llegar a ser una actividad de primer orden. El Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España se ha percatado de ello y ha empezado a vender la idea. Creo que tiene razón.

Algunos nos ocupamos de un aspecto de esta cuestión: la mejora de la eficiencia energética. La explotación de los edificios demanda el 27% de toda la energía final consumida. Más de la mitad de esa energía no se traduce en generación de servicio (iluminación, climatización, fuerza motriz), sino que se pierde por derroche del usario o por ineficiencia de aislamientos o instalaciones. En efecto, solo en hogares, oficinas y equipamientos tiramos entre el 12% y el 15% de toda la energía que consumimos, una fortuna.

De ahí que la mejora de la eficiencia energética sea uno de los ámbitos más destacados de la necesaria rehabilitación global de los edificios. Instalar un andamio oneroso para pintar una fachada y no aprovechar la ocasión para aislarla térmicamente es un disparate. En cualquier caso, la mejora de la eficiencia energética ni agota el concepto de rehabilitación edilicia, ni se logra con medidas tan solo arquitectónicas. Además, presenta una singularidad: en gran parte, se autofinancia con los ahorros que genera. Opera en tres frentes: las actuaciones pasivas propias de la rehabilitación arquitectónica a que vengo refiriéndome (aislamiento de fachadas y cubiertas, renovación de cerramientos), los sistemas energéticos activos (calderas, climatizadores, electrodomésticos, luminarias) y las medidas de gestión por parte del usuario (temperaturas de consigna, interrupción de servicios innecesarios). De los tres, las medidas de gestión y la renovación de los sistemas activos suelen ser de fácil ejecución y autoamortizables en cinco o seis años, incluso antes en algunos casos.

Mi estudio (ERF) ha preparado el informeEficiencia energética en la rehabilitación de edificiospara la Fundació Gas Natural Fenosa, que acaba de ser publicado. Muestra que la rehabilitación energética en los próximos 20 años, con medidas autoamortizables en menos de 10, de unos 32 millones de metros cuadrados de oficinas, 5 millones de viviendas y 3.000 hoteles costaría 3.800 millones de euros, pero ahorraría 126.000 GWh de energía final (220.000 GWh de energía primaria, lo que representa el consumo eléctrico de toda España ¡en un año!), equivalentes a unos 22.800 millones.

En una época de crisis y con el sector de la construcción por los suelos, crear 55.000 puestos de trabajo y ahorrar 19.000 millones netos no es desdeñable. Encima, evitaríamos la emisión a la atmósfera de 26 millones de toneladas de gases de efecto invernadero. Si hablamos de medidas autoamortizables en 15 o 20 años (33.000 millones de inversión), entonces el ahorro en energía final sería de 300.000 GWh (unos 48.000 millones) y se llegarían a crear medio millón de puestos de trabajo. ¿Se apuntan? Socioecólogo. Presidente de ERF.