Peccata minuta
Creus de Sant Jordi
El pasado lunes seguí atentamente por TV-3 la entrega de las Creus de Sant Jordi, ceremonia tan excitante y entretenida como ver secarse una pared recién pintada, mediante la cual el Gobierno catalán recompensa anualmente a los suyos por los servicios prestados. Y uno, de entrada, se pregunta por qué estas Creus no se entregan el 23 de abril, día del santo, sino el 4 de mayo, fecha en la que honramos la memoria de Antonina, Ciriaco, Curcódomo, Florián, Pelagia y Silvano entre otros, pero no la del caballero de la lanza y el dragón.
El desajuste hagiográfico se ha unido este 2015 al geográfico (sic), trasladando la convocatoria del muy adecuado Saló de Sant Jordi al Gran Teatre del Liceu, lleno hasta la 'senyera'. Y allí, entre terciopelo y oro y de manos de Artur Mas, 27 personalidades y 15 entidades -siendo el gremio de la farándula el más condecorado y aplaudido- recibieron el título que da derecho a una esquela gratis 'post mortem'. Me gustó, porque esto del pan es muy serio, que premiasen, a título póstumo, a Francesc Xavier i Vilà, presidente del Gremi de Flequers de Barcelona y creador del... ¡pan de Sant Jordi!
Al acabar el reparto, la condecorada actriz Emma Vilarasau tomó la palabra en nombre de todos los crucificados -delicadísimo empeño- para agradecer la distinción y dedicarla a los héroes anónimos cuyos esfuerzos nunca obtendrán público reconocimiento. Su parlamento acabó, a título personal y tal vez pactado, con un brindis al sol por la independencia. Gran aplauso.
Sin metáforas marinas
Superados los tercios de picadores y banderilleros, el diestro Artur Mas, desde el centro de la plaza, se dispuso a la faena. En esta ocasión, el 'president' no abusó de metáforas marinas, limitándose a una cita de Saint Exupéry: «Si quieres construir un navío, no empieces cortando la madera y distribuyendo las tareas; antes transmite a tus hombres el anhelo del mar libre y abierto». No, esta vez y al hilo del traslado del acto al Liceu, Mas convirtió los dos lamentables incendios y posteriores reconstrucciones de nuestro gran coliseo en símbolo y ejemplo a seguir: el ave fénix catalán debe renacer al grito de ¡ya! de sus cenizas. La cosa acabó, como era de prever ya que el tema central era el fuego, con los inevitables versos de Ventura Gassol: «¡Foc nou, baixa del cel i torna a prendre. / Ja ha sonat l'hora d'esventar la cendra, oh, Pàtria de les tombes flamejants!».
La Societat Coral Joventut Tianenca puso el broche, interpretando sentidamente 'Els segadors' desde el primer piso. El gran escenario no era para ellos, ni para quienes aman crítica o heterodoxamente a la Catalunya real, vivísima, mestiza, plural y sin necesidad alguna de resurrección inducida.
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