EL AMFITEATRO

¡Corran, corran, que esto se acaba!

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ROSA MASSAGUÉ

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¡Corran, corran, que esto se acaba! No lo ha dicho exactamente así, pero es lo que se desprende de las palabras pronunciadas recientemente en varias ocasiones por el director general del Liceu, Roger Guasch.

Tanta prisa viene a cuento de 'La leyenda de la ciudad invisible de Kitege y la doncella Fevronia', la ópera de Nicolai Rimski-Kórsakov que se estrena el domingo 13 de abril porque es la última oportunidad para ver en el teatro de La Rambla una gran superproducción operística de extraordinaria riqueza musical y escénica. Luego vendrán, en palabras de Guasch, "óperas sostenibles".

'Kitege' es realmente una ópera monumental y el teatro ha tenido que reforzar con mas personal el coro, la orquesta,  figurantes y  tramoyistas para representarla en una versión dirigida escénicamente por el ruso Dmitri Tcherniakov y musicalmente por Josep Pons.

Se trata de una coproducción entre el Liceu, De Nederlandse Opera (Amsterdam) que la estrenó en el 2002, y el milanés Teatro alla Scala, una coproducción pués con grandes teatros europeos y que ahora llega a Barcelona con el premio a la mejor puesta en escena concedida por el jurado de los International Opera Awards.Y es también uno de los mejores aciertos del hasta ahora director artístico del teatro, Joan Matabosch.

Esta ópera rusa, estrenada en San Petersburgo en 1907, forma parte del ADN del Liceu, de un Liceu moderno y atento a la vanguardia de la creación artística, de un teatro que se propuso ser el primerodel mundo donde se estrenara el trabajo de Rimski-Kórsakov después de haberlo hecho en los teatros imperiales rusos

Y así fue. Llegó a Barcelona en 1926 gracias a la tenacidad del director del teatro, Joan Mestres Calvet y no dejó de representarse regularmente hasta la Guerra Civil y después, esporádicamente, hasta 1970.

Aquella tenacidad fue la misma que unos años antes, en 1913, había conseguido que Barcelona fuera la primera ciudad después de Bayreuth donde se estrenara 'Parsifal', el último drama de Richard Wagner. Y fue aquel creer en la vanguardia artística lo que en aquellos años también trajo al Liceu 'Los Ballets Rusos' de Serguéi Diaghilev, que eran el colmo de la modernidad. 

A disfrutar pues con esta 'Leyenda de la ciudad invisible de Kitege' porque el panorama que se avecina es poco alentador. Si la programación de la próxima temporada --elaborada todavía por Matabosch-- debe marcar el camino, muchos aficionados se llevarán --nos llevaremos-- pocas alegrías. 

Con muy escasas excepciones el programa está marcado por el más puro convencionalismo. Con un déficit de 16 millones de euros, nadie pone en duda la necesidad de cuadrar los números. El Plan Estratégico elaborado por Guasch parece caminar en la buena dirección y merece un amplio margen de confianza.

Sabe, lo ha dicho públicamente en más de una ocasión, que hay que buscar nuevos públicos, gente más joven (mirando alrededor y hacia abajo desde mi butaca de abono de segundo piso me horrriza ver la dominancia de calvas y cabellos blancos como los míos).

Pero los nuevos públicos no llegarán con propuestas convencionales. Si por "óperas sostenibles" se entiende los títulos de siempre con puestas en escena intrascendentes y voces que no entusiasmen, mal vamos.

Si por el contrario se apuesta por la imaginación, que no tiene porque ser cara, aplicada a todos los aspectos del teatro, y por la ambición, se estará trabajando para el futuro. Riccardo Muti, que está estos días en Madrid, ha dicho una gran verdad hablando del desaparecido Gerard Mortier. Ambos habían tenido grandes diferencias de criterio, pero, decía el napolitano, "es mejor pasarse de vanguardista que lo contrario".

Por si acaso, corran, corran a ver 'La leyenda de la ciudad invisible de Kitege', que esto igual se acaba.