Coreografía

Si se confirman las previsiones, mañana viviremos un nuevo éxito organizativo de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y de Òmnium. Confieso que no estaba nada seguro de la posibilidad de que el invento cuajara y ni siquiera de la bondad propagandística que se escondía tras la historia de construir una uve que, encima, fuera un mosaico. Pensaba que con el hecho de mantener el listón del 2012 (con aquella multitud espontánea que estalló de golpe) o de reproducir la emoción del 2013 (con todos aquellos eslabones festivos, de norte a sur) ya era suficiente. Que esto solo ya era muy complicado de repetir.

No le veía la gracia, a esta enorme V y, encima, encontraba que se trataba de un ejercicio casi circense. El más difícil todavía, con redoble de tambores y platillos. Se trataba de convocar a tantos como fuera posible y, además, de decirles que eligieran un color, que no valía ir de cualquier manera sino que debía ser una camiseta de color amarillo o rojo. Ni el enemigo más furibundo podía imaginar una complicación similar. Estoy seguro de que los de la ANC, algunos, debieron pensar lo mismo que yo.

Pero ... ¿y si ? ¿Y si los ciudadanos se apuntaban, no a un acto improvisado sino a una estudiada y premeditada coreografía democrática? Finalmente, al parecer, ha pasado. Ha vencido la necesidad de volverlo a decir. Y de decirlo en voz alta y sin estridencias. Por el deseo de ser escuchado. Por la voluntad de acallar a los pesimistas. A pesar de tantos obstáculos.