Dos miradas

El copiloto

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Estos días hemos sabido que tenía la baja, que lo había escondido, que hace tiempo había sufrido una depresión, que tenía tendencias suicidas, que la novia lo había dejado, que tenía problemas en la retina, que la novia no le había dejado sino que estaba embarazada, que una amiga confesaba que quería que hablaran de él, que corría carreras populares, que era un chico normal, que tal vez no lo era tanto, que en su casa había medicamentos muy fuertes y que tomaba demasiados o que había dejado de tomarlos, que era psicópata, que tenía planes de futuro, que contestaba de forma lacónica, que podía tener trastornos de la conducta, que nada era orgánico, que los médicos no habían percibido nada, que los médicos ya lo habían advertido, que no tendría problemas si quería renovar la licencia, que seguro que no la podría renovar, que su sueño era ser piloto y que tenía miedo de no poder conseguirlo, que sentía la presión, que respiraba profundamente, que no tenía nervios, que calculó su acción inconcebible, que lo improvisó todo.

Me dejo unas cuantas. Y las que todavía vendrán. Y las que no cito porque son pura basura que corre por las redes sociales y en los comentarios de barra de café. ¿Cuántas cosas ciertas sabemos de este personaje y cuántas desconocemos? Hemos llegado a un grado altísimo de información (a veces contradictoria) que marea y desconcierta. Y quizá nunca sabremos la íntima, la pavorosa verdad del horror del copiloto.