Contra Trump viven mejor

Las cosas se le están poniendo muy bien a Hillary Clinton. A pesar de su accidentada elección contra Bernie Sanders, las constantes meteduras de pata de Donald Trump le otorgan ya un margen de ventaja en las encuestas. En la media de los sondeos publicados, la exsecretaria de Estado podría llegar a tener asegurados 246 de los 270 grandes electores que se necesitan para ganar. En porcentaje sobre el total de los votos, la diferencia roza los ocho puntos de ventaja.

El goteo diario de líderes republicanos que reniegan de su excéntrico candidato indica que solo un error garrafal puede impedir que Hillary sea la primera mujer en ocupar la Casa Blanca. Y lo hará sucediendo al primer afroamericano. Trump se ha desvelado finalmente como el personaje excéntrico que ha sido siempre y su discurso populista ni conecta con el fundamentalismo religioso infiltrado en el Partido Republicano en las últimas décadas ni atrae a los votantes de centro que pudieran estar hartos de ocho años de presidencia demócrata. 

El fracaso de Trump podría levantar definitivamente un muro frente a la demagogia populista que se empezó a construir tras la espantada de Boris Johnson y Nigel Farage después de ganar el brexit. Una vez más se demuestra que el mejor antídoto no es incorporar algunos de sus postulados más facilones al programa de las fuerzas política serias -como hace a menudo la UE en temas como los refugiados- sino dejando que los charlatanes se enreden en sus propias mentiras. Oponer a Sanders frente a Trump hubiera dado alas al anciano constructor. 

Hillary Clinton parece cómodamente instalada en el centro político que le ha de permitir asegurarse la victoria en los estados liberales del este del país y en California. La democracia americana que tantas veces es víctima de la mofa europea está demostrando en este caso su madurez. Lo nuevo a menudo seduce porque es desconocido. El largo viaje de las primarias es insufrible para tipos como Trump que acaban llamando a las armas contra su adversario, síntoma inequívoco de las malas perspectivas que se otorga a sí mismo.