IDEAS

Septuagenarios prodigiosos

Pocos directores son tan ambiciosos, modernos y rupturistas como David Lynch, George Miller y Terrence Malick

George Miller, en el rodaje de 'Mad Max. Furia en la carretera'.

George Miller, en el rodaje de 'Mad Max. Furia en la carretera'. / periodico

Desirée de Fez

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Hay algo entre maravilloso y muy curioso en que algunas de las propuestas más modernas y revolucionarias de los últimos años vengan de cineastas septuagenarios. Hay tres casos claros. El primero, David Lynch. ¿Qué habrá después de la tercera temporada de 'Twin Peaks'? Ni idea, pero es obvio que toda obra audiovisual que la suceda está condenada a palidecer a su lado. La tercera de 'Twin Peaks' es inmensa, nueva, esotérica, subversiva... y, por todo eso, imposible de abordar sin caer en lo superficial. Lynch, que ya lo había roto todo, ha vuelto a romperlo todo.

El segundo es George Miller, cuya magna 'Mad Max: Furia en la carretera' (2015) es la única película reciente que ha revolucionado de verdad el 'blockbuster'; el único filme de su tamaño que tiene en cuenta los cambios actuales en el cine (industriales, técnicos, narrativos y expresivos) y en nuestra mirada, además de ser la película espectáculo con más ideas y menos indolente de lo que va de década.

Pocos directores son tan ambiciosos, modernos y rupturistas como David Lynch, George Miller y Terrence Malick

El tercero sería Terrence Malick. Entiendo (o no) pero no comparto la corriente de antipatía hacia la última etapa de su obra, la que abrió con 'El árbol de la vida' (2011). He oído que todas sus películas desde entonces son iguales, que son ridículamente espirituales, que son puro Instagram. Pero yo veo en ellas una forma nueva, deslumbrante y artística de traducir en imágenes las oscilaciones del sentimiento amoroso. Tendrá sus detractores, pero la relevancia del Malick de 'To the Wonder' (2012) en el cine actual, sobre todo en el independiente americano, es más que evidente.

Es cierto que surgen voces nuevas personales e innovadoras, y que he hecho trampa al poner como ejemplo a tres maestros incontestables a los que habría que sumar a Michael Mann (todos ellos, además, han incorporado con maestría las nuevas herramientas digitales a su arte y a su ideario). Pero eso no anula la evidencia: si buscas en un cine más o menos popular, encontrarás a nuevos directores magníficos pero muy pocos tan ambiciosos, modernos y rupturistas como ellos. Quizá eso tenga que ver con una época demasiado esclava de la nostalgia, con un bloqueo comprensible ante un cambio de escenario abrumador, con nuestra desidia como espectadores o con una industria que no deja arriesgar a todo el mundo. Es un buen ejercicio preguntarse el porqué.

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