Colisión

El soberanismo ha atraído a su núcleo a profesionales relevantes que han puesto su mente y sus conocimientos al servicio de la independencia. Basta con analizar la brillante comunicación de la ANC o de Junts pel Sí para trazar un perfil de sus autores. Personas con un elevado dominio de las herramientas de márketing, capaces de articular un discurso muy atractivo y convertir a los ciudadanos en consumidores adeptos a la causa independentista. Un discurso soportado por grandes dosis de épica, ilusión y buenrollismo, que pasa de puntillas sobre la ideología. Una cierta banalidad impregna sus propuestas. Pura estrategia para despojar al procés de las dificultades que representa desafiar a un Estado de la Europa del siglo XXI.

Por el contrario, en el núcleo de la CUP no hay concesiones a la frivolidad. Si acaso, al sano ejercicio de burlarse de sí mismos. Algo solo al alcance de los que están convencidos de sus principios. La CUP es, ante todo, ideología. Una contundente y comprometida ideología anticapitalista. Algo que quizá desconocían algunos de los que, alimentados por la banalización ambiental, han contribuido a su consolidación. El apoyo o no de la CUP a la investidura de Mas acabará siendo anecdótico. Al fin, son dos magmas antagónicos en colisión. No solo por su forma y su fondo, sino también por lo que unos y otros representan: la consolidación de una élite o una radical apuesta por la igualdad social.