La rueda

La clave de los trullos

La piedra clave que milagrosamente apuntala nuestro mundo podría ser el amor

JULI CAPELLA

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Existe una curiosa construcción en Apulia, los trullos, de singular forma cónica. Están hechos con piedra seca y sin ningún aglomerante. Durante siglos han sido habitáculos de un solo espacio para los campesinos. Esnobs alemanes y americanos se pirran ahora por comprarlos y adaptarlos como exótico refugio vacacional. Aunque la mayoría de los que les venden los astutos pulleses tienen pocos meses de historia... Corona el trullo una piedra llamada clave, que ensambla y da firmeza al conjunto. Se dice que cuando venía el terrateniente para cobrar el derecho a morada -el IBI de la época-, el lugareño sacaba la clave y todo se desmontaba ofreciendo aspecto de apilamiento pétreo sin sentido. Pasado el peligro, el trullo renacía recolocando de nuevo sus piedras en orden.

Los trulli, en italiano, me han venido a la mente leyendo la emotiva novela La maledicció dels Palmisano, de Rafa Nadal (el de la máquina de escribir, no el de la raqueta), que acontece en Locorotondo, cuna de trullos en el sur de Italia. La maldita familia Palmisano ve como todo lo que ha ido construyendo con esfuerzo y tesón se derrumba. Pero en realidad no son víctimas de un trágico destino, sino de un sistema -determinado por personas de carne y hueso- burdo, animal y egoísta, que alcanza su éxtasis en las guerras. No hay escapatoria ni redención para un pastor. Y como dice la nonna ante un arrebato igualitarista: «No digas tonterías, si Dios nos hubiese querido a todos iguales, ya nos hubiese hecho así». Hay a quien le toca ser carne de cañón. Pero Vitantonio y Giovanna, la eterna pero siempre efímera pareja, se rebelan. No sirve de nada, pero disfrutan la vida.

Y he pensado que esa piedra clave que milagrosamente apuntala nuestro mundo, a riesgo de ser cursi, podría ser el amor. Todo lo demás son lajas de piedra intercambiables de relleno. El día que nos falte, se irá todo al garete.

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