Dos miradas

La cifra del mal

La visión de un niño abrazado al cadáver de su hermano, llorando e increpando al dios de la guerra nos enfrentó a la tragedia

EMMA RIVEROLA

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«Ningún grito atormentado puede ser mayor que el grito de un solo hombre. Todo el planeta no puede sufrir un tormento mayor que una sola alma», escribió el filósofo Ludwig Wittgenstein en plena segunda guerra mundial. Demasiadas veces se usa el engaño del mal menor para equilibrar la balanza de la barbarie. Las muertes en supuestas acciones preventivas. Las mal llamadas víctimas colaterales... ¿Qué significa la muerte de mil personas si se ha evitado el sufrimiento de un millón? Subamos la apuesta. ¿No vale la pena la muerte de un millón si pacificamos una región de cinco millones? La frialdad de las cifras lo aguanta todo. Incluso la insensibilidad. Un modo racional, pragmático y aséptico de observar el mundo.

La semana pasada, 250 personas murieron bajo las bombas en Alepo. 250 más en una guerra que ya suma casi medio millón de muertos. La cifra quizá apenas logró conmovernos. Pero la visión de un niño abrazado al cadáver de su hermano, llorando e increpando al dios de la guerra por no habérselo llevado a él, derritió la frialdad del número y nos enfrentó a la tragedia. Podemos sentir su íntimo, su particular tormento y, también, nuestra incapacidad para protegerlo. Sigamos con las cifras, pero sin perder de vista ese rostro desamparado. ¿Cuántos millones de personas sobreviven en el mundo despojadas de toda dignidad? ¿Es la humanidad capaz de soportar ese peso ingente sin perder su significado?