tú y yo somos tres

A Chicote le ha salido novia

FERRAN MONEGAL

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En esta segunda temporada de Pesadilla en la cocina (La Sexta) se nota que han afinado el casting. Los establecimientos seleccionados son todavía más caóticos, y sobre todo las criaturas que en ellos trabajan presentan repuntes de bárbara fiereza. Rompen platos, lanzan bandejas por los aires, montan escenas con enorme belicosidad... ¡Ah! Esto atrae muchísimo. O sea, que el programa cada vez consiste más en ver las animaladas que Chicote tiene que aguantar, que no en el virtuoso  final feliz que siempre les preparan. Esta semana, no obstante, han introducido una variante sugestiva. Han conseguido guerra y amor en una misma tacada. La protagonista ha sido una joven rumana, Cristina, una hermosa muchacha tan sandunguera como deslenguada. Trabaja de cocinera en el restaurante La Barrica, de Alcalá de Henares. Tiene un carácter endiablado. Rompe platos, estampa los huevos por el suelo, llama a los propietarios gilipollas y calzonazos, y aunque no es nada más que la empleada, actúa como si fuera la reina del mambo. Pero toda esta agresividad vimos que cambiaba ipso facto en cuanto Chicote aparecía por el local. ¡Ah! Entonces Cristina se derretía embelesada. Le miraba con ojitos tiernos. Le abrazaba. Ponía caritas y morritos. Hacía pucheritos como una niña pillada en falta. Y le decía, coqueta: «¡ Chicote, qué guapo eres! ¡Y qué culito tienes! ¡Cuando sea rica voy a montar en Rumania un restaurante que se llamará Chicota!», y no paraba de abrazarle. ¡Ahh! Esta variante es nueva. No habíamos visto todavía a ninguna cocinera enamorada de Chicote. Hay que decir que él ha sabido capear la situación con elegancia. Pero el ingenuo enamoramiento de Cristina en casa nos ha gustado. Después de romper los platos, y de espachurrar los huevos, esta joven veía a Chicote y se transmutaba. Hermoso contraste.

LA RAMA SECA .- Hablando de la posible o imposible independencia catalana, le ha dicho Esperanza Aguirre a Lídia Heredia (Matins, TV-3): «La rama de un árbol que se desgarra hace mucho daño al árbol, sí, pero la rama acaba secándose». Interesante metáfora. Hay no obstante un delicioso cuento de Ana María Matute, titulado precisamente La rama seca, en el que se cuenta que una humilde ramita seca sobrevive en su sequedad al ser transformada por una niña en su muñeca más preciada. Pipa, llama la niña a su muñeca-rama. Alguien debería pasarle este delicado cuento a doña Esperanza.