Dos miradas

'Chapchap'

El Snapchat es la esencia de los tiempos actuales: vivir con rapidez, no dejar huella y divertirse con la banalidad, que es elevada al rango de absoluto

JOSEP MARIA FONALLERAS

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De hecho, no es que no sepa usarlo. Ni siquiera sé cómo se pronuncia correctamente. Lo llamo «Espapchat» o «Chapchap», y entonces mis hijos sonríen. Por no decir que se ríen abiertamente del padre. Los ves a menudo con esta aplicación y percibes que les hace reír, sobre todo les hace reír. Se han acostumbrado a hacerse fotos y decorarlas con sobreactuaciones estrambóticas, como dibujar orejas o dientes de conejo o morros de perrito o rastas u otros peinados estrafalarios. Y las cuelgan. Y se ríen. Y también cuelgan vídeos mientras están bailando o mientras hacen tonterías o mientras bailan haciendo tonterías.

Lo decía hace unos días en EL PERIODICO Silvia Martínez, de la UOC: «Snapchat se valora por la fugacidad de los contenidos, la espontaneidad de las fotos y los vídeos y la ludificación». Del carácter espontáneo (a chorro) ya hemos hablado, y también de este aspecto obscenamente frívolo. Lo que me interesa más, sin embargo, es la fugacidad. Todo lo que hay se mantiene durante unos diez segundos como mucho, lo que nos indica que el contenido es etéreo y la posibilidad de recuperarlo es remota. La pervivencia de las imágenes se disuelve en la necesidad de fabricar otras, nuevas, de manera continua.

El Snapchat es la esencia misma de los tiempos actuales: vivir con rapidez, no dejar huella y divertirse con la banalidad, que es elevada al rango de absoluto. Quizá el retrato que sacaremos será un fresco del XXI que pasará a la historia.