Editorial

Catalunya y el veto a los toros

El debate de los toros es un asunto superado en la sociedad catalana, donde apenas hay afición a la fiesta

Concentración de protaurinos en la plaza Monumental, ayer.

Concentración de protaurinos en la plaza Monumental, ayer.

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En un momento en que cuesta encontrar acuerdos políticos amplios en Catalunya, la decisión del Tribunal Constitucional de anular el veto a los toros que estableció el Parlament en julio del 2010 ha logrado reunir en su contra un amplio frente que incluye a la Generalitat, al Ayuntamiento de Barcelona y a todos los partidos políticos menos el PP y Ciudadanos. Hablar del regreso de las corridas de toros en Catalunya es hacerlo de un tema socialmente superado. La afición taurina en Catalunya estaba prácticamente desaparecida antes de la prohibición, y es muy probable que sin mediar el veto igualmente no hubiera hoy corridas en suelo catalán. Repetir, de nuevo, argumentos como el amplio rechazo social a la fiesta y la necesaria protección de los animales suena a debate superado. Es, la del TC, una decisión con consecuencias identitarias y simbólicas y, por ese motivo, políticas. Es, por tanto, en ese ruedo donde se dirime la faena, lo cual es descorazonador, pues da alas a ambos extremos del conflicto abierto con el proceso soberanista.

De entrada se abre un nuevo frente institucional, pues el TC se basa en una invasión de competencias del Estado por parte del Parlament para invalidar su norma. La base de esta extralimitación legislativa catalana es que los toros son patrimonio cultural, y que el parlamento de una comunidad autónoma no puede prohibir «en una parte del territorio español una celebración de arraigada tradición cultural». Resultará interesante conocer los votos particulares de la vicepresidenta del tribunal, Adela Asua, y de los magistrados Fernando Valdés y Juan Antonio Xiol, para comprobar si el TC en su completo comparte que la lidia es una expresión cultural por cuya preservación el Estado debe velar, como dice la sentencia.

No hay duda de que los sectores soberanistas pondrán la sentencia como ejemplo, otro más a su juicio, de los límites a los que ha llegado el modelo de autogobierno autonómico. Por el otro lado, como la reacción de PP y Ciudadanos demuestra, el fallo se aprovechará para reafirmar la españolidad sin matices de Catalunya. Pero a pie de calle hay otra realidad, la que refleja el acuerdo político ante la sentencia: las corridas de toros en Catalunya son, socialmente, un vestigio del pasado ampliamente superado. Todo lo demás es echar leña al fuego.