El catalán, más racional

La lengua es una estructura viva y en evolución que demanda reglas consecuentes y que faciliten los procesos de aprendizaje

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El Institut d'Estudis Catalans (la academia oficial de la lengua catalana, que tiene la facultad de prescribir sobre el idioma) acaba de aprobar una reforma ortográfica que se inscribe en un proyecto de mayor envergadura: la próxima publicación de la 'Gramàtica Catalana', que solo tenía un referente normativo institucional -la de Pompeu Fabra- con casi cien años de antigüedad. La nueva propuesta ortográfica, que ya salió a la luz hace unas semanas y que persigue una clara homogeneidad ante la dispersión actual, planteó un cambio radical en los llamados acentos diacríticos, los que permiten distinguir el significado de palabras que tienen la misma grafía.

De los más de 150 existentes se ha pasado a los 15 que a partir de ahora serán normativos, con un periodo de adaptación de cuatro años. Se ha levantado una considerable polvareda en medios académicos y literarios, pero también en las redes, ante una reducción que algunos ven como una simplificación innecesaria del catalán. Los responsables del IEC, sin embargo, han sido categóricos, con argumentos incuestionables. La lengua es una estructura «viva y en evolución» que demanda reglas consecuentes que faciliten, asimismo, los procesos de aprendizaje. Las ideas de racionalidad y reducción, en una sociedad multilingüe, se han impuesto con buen criterio con el objetivo de que la lengua catalana se adapte al siglo XXI con instrumentos más precisos, certeros y fáciles de asumir para el futuro hablante.