Castores

Quienes se escandalizan por el suceso de las tarjetas de crédito de la Caja de Madrid y luego de Bankia deben ser los mismos que no han entendido de qué iban las denuncias del capitalismo de amiguetes (antes del estreno de Torrente-5), o del palco del Bernabéu. Versión cheli. Los lectores de buena literatura económica tenían los libros de César Molinas (Qué hacer con España)  y de Luis Garicano (El dilema de España). Quienes van para nota conocen las tesis de Acemoglu/ Robinson (Por qué fracasan las naciones) sobre la diferencia entre los países  con futuro y los fracasados: el grado de corrupción.

La versión  española -cuando convenga, pueden aportarse variantes catalanas- ha alcanzado grados de perversión, descaro, estulticia e indignidad que dejan para el arrastre y corral la marca España. Son, por no salir del ámbito empresarial, Pescanova, Gowex y los últimos coletazos de la Endesa vaciada por Enel. A añadir, en vísperas del Madrid-Barça  del 25 de octubre y sus 350 plazas del palco, la exigencia de unos cuantos fijos en esos asientos como Miguel Blesa, de que su tarjeta black, sea cubierta por un seguro. Pues claro que sí, le explicará el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez,. Él hizo lo mismo en un pozo de gas frente a Alcanar, y paga el seguro de Rajoy.