Pequeño observatorio

La cara y la cruz del teléfono

La voz puede ser expresiva, irritada, tierna, cálida, fría. En la voz hay gritos y hay suspiros

Teléfonos móviles Nokia antiguos.

Teléfonos móviles Nokia antiguos. / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Durante las mañanas suelo estar en casa. A menudo aprovecho estos momentos del día para pensar y escribir el artículo que este diario espera de mí. Pero que nadie se imagine que dispongo de aquella placidez y aquel silencio que, en principio, se consideran convenientes e incluso indispensables para lograr concretar ideas o construir una reflexión.

El teléfono suena con una discontinuidad imprevisible. Lo tengo lejos de mi mesa, de mi Olivetti, pero las llamadas insistentes atraviesan el corredor y las puertas. Lo confieso: no sé practicar la indiferencia. Siempre pienso, cuando siento esas llamadas repetidas, que alguien me busca. Una llamada de teléfono no la puedo aceptar como un 'ruido' normal, como el de los coches que pasan por la calle. El ruido de los coches es una especie de pasta compacta, como aquellas músicas de fondo que por su continuidad quedan borradas por nuestras orejas.

El teléfono tiene la malicia, o la astucia, de enviarnos repetidamente alternancias: un ruido y una pausa, otro ruido y otra pausa... Alguien puede decir «escúchame», y escucharemos o no, pero si va repitiendo «escúchame, escúchame, escúchame» ya no se trata de una petición sino de una impertinencia.

Antes de que terminara este año debería celebrarse -no sé si ya se ha hecho- que un día del año 1876 el señor Graham Bell habló con su ayudante el señor Watson desde otra habitación. A tres metros de distancia.

A pesar del éxito de los 'e-mails', el teléfono sigue siendo importantísimo. Porque el teléfono recoge los matices de la voz y el valor de las pausas. El correo electrónico transmite información pero el teléfono tiene el valor de transmitir emociones.

La voz puede ser expresiva, irritada, tierna, cálida, fría. En la voz hay gritos y hay suspiros. La angustia de esperar que llamen y la alegría de poder decir «¡pero si eres tú!».