Bumerán

El verano del 2015 pasará a la historia por ser aquel en el que las noticias llegaban a Europa directamente a la playa. Ya no hacía falta ir a buscar el periódico, bastaba esperar en alguna costa de Grecia para divisar la enésima patera que llegaba y que se transformaba a continuación en este éxodo que hoy atraviesa Europa. En el paraíso de Lesbos son los turistas británicos los que dan la bienvenida al padre sirio que abraza llorando a su hijo en la playa, quizás porque lo único que queda de Grecia, y quien sabe de Europa, es el turismo redentor. Desde las aguas cristalinas e intervenidas de la vieja Grecia se ha iniciado un éxodo estival por la banlieue de Europa, a través de Turquía, Macedonia y Serbia, hasta que este alud de refugiados se de de bruces contra el muro que ya está terminando Hungría, desmintiendo este estribillo tan repetido que dice que en el mundo ya no hay fronteras.

Para explicar lo que sucede, el periodismo recurre estos días a una bienintencionada crónica de efectos, sin que se profundice en las causas: vemos las fotos de las pateras llegando a las playas, y grandes gráficos nos explican la ruta que esta manada de desamparados va siguiendo por el extrarradio europeo. Las fotos en las plazas de Skopje han sido reemplazadas por la de las plazas de Belgrado, gracias a que una multitud de enviados especiales los va siguiendo con el mismo entusiasmo que se persigue a los ciclistas en el Tour de Francia. El interés que suscitan los nuevos parias de Europa parece inversamente proporcional a la curiosidad para conocer las causas que los han traído hasta aquí, quizás porque todos sabemos y no queremos confesar que no llegan sirios por ninguna casualidad sino por el cinismo occidental en la apocalipsis de Siria, que ha llevado de denostar a Al-Asad a volver a apoyarlo en su lucha contra el Estado Islámico. Ya ni sabemos cuantas veces hemos armado y desarmado, bombardeado y rescatado a la vez a cada uno de los bandos de esta guerra, que a su vez es una prima hermana de la guerra de Irak, que a su vez es hija de los atentados del 11 de septiembre, que a su vez nacen de décadas de dolor y menosprecio en tantos sitios del mundo. Y es que hoy la política se cuenta al revés, como una sucesión de trágicas consecuencias sin que se cuenten exactamente las causas.

Destello

Estos días el Palau de la Virreina expone una impresionante exposición de fotografías de Ricard García Vilanova sobre la guerra de Siria que sirven, como reza su título, para ver algun destello en la oscuridad. Una imagen bíblica del 2012 de una niña besando a su padre muerto como una reencarnación de Cristo en Al-Qusair es la crónica que mejor explica porque llegan sirios a nuestras playas. El mundo es hoy un fabuloso bumerán, en que todo lo que lanzamos vuelve para abofetearnos. No es el cómo, es el por qué.