LOS SÁBADOS, CIENCIA

Un 'brexit' malo para la ciencia

El sistema británico, en general, está con frecuencia al frente de la reflexión y la innovación

PERE PUIGDOMÈNECH

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La salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea no es una buena noticia para la ciencia británica ni europea. Los afectados pierden una fuente de financiación y un marco de trabajo conjunto con sus colegas del resto de Europa. Nosotros perdemos una de las comunidades científicas con mejor tradición y de mejor calidad que hay en el continente. Como actividad que debería ser por definición abierta, la aparición de una barrera en el interior de Europa no favorece a nadie.

Gran Bretaña ha continuado estando en la primera línea de la investigación científica europea. El sistema universitario y de investigación sufrió en los años 80 una reestructuración que redujo la escala de sus centros de investigación e introdujo criterios a corto plazo que, en su conjunto, disminuyeron el impacto global de la investigación que se hace. Pero sus universidades, con Cambridge y Oxford en primera línea, y algunos de sus institutos, están siempre en los primeros lugares de los ranking de calidad que están hechos a menudo, eso sí, a su propia medida. Su sistema en general, incluyendo las sociedades científicas, está frecuentemente al frente de la reflexión y la innovación científica. Menos que hace un tiempo, pero las empresas de base innovadora encuentran un buen entorno.

Es posible que dos argumentos hayan pesado en la decisión negativa hacia Europa de los ciudadanos británicos. Uno de ellos es la falta de confianza en la forma en que se toman las decisiones en la Unión Europea. El sistema político del Reino Unido permite a los ciudadanos identificar al diputado que han elegido en su distrito y le pueden pedir cuentas. En Europa, la Comisión Europea hace tiempo que está a la defensiva y el Parlamento, a menudo, toma decisiones que son difíciles de entender para mucha gente. El otro argumento es el miedo a la inmigración y esta es una paradoja para la comunidad científica. Gran Bretaña se ha beneficiado siempre de la llegada de científicos extranjeros a sus grupos de investigación y lo sigue haciendo en este momento, por ejemplo de jóvenes españoles, griegos o italianos bien formados y que no encuentran trabajo en su país.

LOS FONDOS EUROPEOS DE INVESTIGACIÓN

Los datos demuestran que el Reino Unido es un beneficiado neto de los fondos europeos de investigación. Por ejemplo, en los proyectos del Consejo Europeo de Investigación, financiados por fondos comunitarios de forma competitiva, las instituciones de Gran Bretaña salen siempre en primer lugar y con frecuencia por proyectos liderados por científicos de otras nacionalidades. A veces, los responsables de los países del Este se quejan de que ellos financian la investigación británica. El proceso de evaluación de los proyectos europeos se hace por comités de expertos y aquí la presencia de británicos acostumbra a ser muy útil por su tradición de evaluación y reflexión.

Esta reflexión se extiende también al dominio político. En Gran Bretaña la reflexión científica está presente en todos los ámbitos de la política. Tanto en la Cámara de los Comunes como en la de los Lores se producen informes científicos de gran calidad que sirven a los parlamentarios para tomar sus decisiones y que quedan al alcance del público. En el entorno del primer ministro y de los diferentes ministerios hay científicos que asesoran a los responsables políticos a la hora de tomar decisiones. Esto ocurre en muy pocos países europeos. En las instituciones europeas existen también comités científicos en muchos ámbitos diferentes, pero el sistema ha estado en una reestructuración permanente. Puede ser un testimonio más de la incomodidad del sistema comunitario a tener en cuenta opiniones científicas independientes en el marco de la complejidad que se ha instalado en la toma de decisiones.

UNA COMUNIDAD CIENTÍFICA HABITUADA A REFLEXIONAR

Se supone que la presencia de británicos en el sistema de investigación europeo no desaparecerá inmediatamente ni por completo. Tenemos también a suizos, noruegos o incluso israelís y australianos en muchos proyectos. Pero es muy probable que su influencia disminuya y eso no es una buena noticia. La británica es una comunidad científica acostumbrada a reflexionar y a influir, a veces barriendo para casa, pero con los argumentos de la calidad y de la independencia de criterio.

La actitud de los británicos, abierta a las nuevas tecnologías y pragmática, ha equilibrado a menudo posiciones continentales más influidas por la política o poco informadas. Desgraciadamente las comunidades científicas de los países del sur o del este, algunas con largas tradiciones como la italiana, se encuentran debilitadas por la falta de un sistema propio de ciencia fuerte y bien estructurado. Los británicos perderán acceso a los fondos de investigación europeos que son importantes para ellos. Los científicos y los ciudadanos europeos en su conjunto, podemos perder la calidad de la reflexión británica y su influencia pragmática y bien informada y esto no es ninguna buena noticia.