El epílogo

Botín vota a Zapatero

JUANCHO DUMALL

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No deja de resultar llamativo que Emilio Botín, primer empresario español, presidente de uno de los bancos más potentes del mundo, con una fortuna calculada en más de 1.500 millones de dólares, esté a favor de la política económica de José Luis Rodríguez Zapatero, un socialista tachado de peligroso por los propagandistas del liberalismo y al que la oposición de derechas considera el máximo obstáculo para que España salga de la crisis.

El máximo mandatario del Banco Santander ha llevado tan lejos su apoyo al presidente del Gobierno como para pedirle ayer, ante la flor y nata del empresariado español, que aguante en el timón del PSOE hasta el final de la legislatura, dentro de un año. ¿Por qué? Pues porque Zapatero está impulsando un conjunto de reformas que van en la dirección que exigen los mercados internacionales, esos que con frecuencia se nos presentan como una nebulosa, pero que tienen cara y ojos... como los del señor Botín. Esos mercados quieren que el presidente español acabe su tarea, sin condicionamientos del calendario político. No hay tiempo ni para primarias en el partido, ni para elecciones anticipadas.

El tenista ansioso

La posición del Gobierno español entra también dentro de la coherencia. Sabe que acomete esas reformas o se enfrenta a un descalabro sin precedentes de la economía del país, con imprevisibles repercusiones en la Europa de la moneda única. Pero lo que queda fuera de la lógica es la postura del PP, cuyos líderes insisten en que Zapatero debe irse cuanto antes y convocar las elecciones que llevarían a Rajoy a la Moncloa, seguramente con mayoría absoluta.

Lo racional sería que Rajoy dejara que Zapatero se cocinara en la salsa de la crisis, permitir que culminara las inevitables y antipáticas reformas que, de otra forma, tendría que hacer él, y como consecuencia, encontrara un camino más llano una vez en el poder. ¿Por qué insiste, entonces, en el váyase, señor Zapatero? Seguramente, porque tiene el mismo síndrome del tenista ante el punto de partido. La ansiedad por la victoria le lleva a cometer un error.