GEOMETRÍA VARIABLE

Barcelona no avala la hoja de ruta

JOAN TAPIA

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Las elecciones del 24-M son municipales. También indicarán algo de tendencias más generales, pero no se pueden extrapolar. No obstante, el independentismo y el propio Artur Mas nos las presentan como decisivas para las plebiscitarias del 27-S. Si aceptamos este reto --este lunes lo ha hecho con solvencia Juancho Dumall-- la principal conclusión de la encuesta de EL PERIÓDICO es que Barcelona no avala la hoja de ruta de Mas.

No se asusten. El presidente de la Generalitat evita lo peor, ya que la de Xavier Trias, pese a bajar tres o cuatro concejales, es la lista más votada, al contrario de lo que pasa en la encuesta del CIS del pasado jueves, en la que Ada Colau llegaba la primera. Pero el resto de datos indica que la apuesta independentista choca con el muro electoral.

La lista Trias (CiU) baja 5,6 puntos, mientras que la lista Bosch (ERC) sube 4,7. Malo para CiU y no tan bueno para ERC, pese a doblar su porcentaje, porque hace un tiempo decía que conquistaría la alcaldía.

La suma de CiU y ERC (un 32,8% frente al 33,7% del 2011) tiene un nombre: estancamiento. Cierto que agregando la CUP (pasa del 1,9% al 5%) el independentismo sube al 37,8%. Pero por la CUP, lo que indica lo casi inevitable cuando un partido del orden tiene la idea de orillar la legalidad: CiU pierde peso a favor de las más radicales ERC y CUP.

Y que todo el independentismo junto sume el 37,8% indica que, al menos en Barcelona, está lejos de la mayoría "excepcional" que Mas solicitaba en el 2012 y que ahora pide para el 'procés'. Y esto aceptando que todo el voto Trias sea independentista, porque el alcalde no cesa de apelar al voto moderado y afirma sin rubor que no quiere unas municipales en clave soberanista.

CUATRO HEMISFERIOS

Vale, el 58,1% que vota a otras listas (PPC, Ciutadans, PSC y Barcelona En Comú) no se puede juntar, pero tampoco avalan la independencia. La encuesta muestra que en Barcelona conviven como mínimo cuatro hemisferios. El de la hoja de ruta es un poco más de un tercio del total (sumando la CUP). El hemisferio satisfecho (PP y Ciutadans) corresponde a una nada despreciable cuarta parte, un 24,6%. Hace cuatro años era solamente el 19,4% del PP. Alguien podría decir que el españolismo sube 5 puntos frente a los 2,2 que suma el independentismo.

El hemisferio maragallista, el de la tercera vía, tiene una seria caída, del 21,8% al 14,6%, nada menos que siete puntos, con la única ventaja de que no sorprende y que el 'agit-prop' nacionalista lo exageraba.

Tiene lógica porque el PSC ha estado de psicoanálisis, tanto por la pérdida de la alcaldía (la tenía desde 1979), como por el trauma de elegir entre el padre y la madre. Pero ahora recupera la tercera posición --muchos lo relegaban tras el PP y ERC-- y no se puede descartar una sorpresa porque la intención de voto a Colau es de origen diverso.

El gran problema de Jaume Collboni es que, pese a haberse pateado la ciudad, su notoriedad ha mejorado, pero es todavía baja: un 54% frente al 98% de Trias o el 86% de Alberto Fernández Díaz. Pero el PSC no se ha desnortado, ya que el voto no se le escapa hacia la independencia, sino hacia Ciudadanos y Barcelona en Comú, la protesta social.

UN ALCALDE ORDENADO

Y este --el de los que priorizan la protesta social por la gravedad de la crisis-- es el cuarto hemisferio que muestra la encuesta. Si sumamos Colau y la CUP, llegan al 23,9%. Los movimientos de protesta, a veces agrios, no son los más preparados para gobernar la ciudad. Pero hay que contar con ellos (e integrarlos) si Barcelona quiere seguir siendo --los Juegos Olímpicos del 92 fueron un gran paso-- una capital mundial en punta. Y Trias ha sido más un alcalde ordenado que de arrastre. Collboni, que puede ser decisivo para alcanzar un complejo pacto de gobernación, tiene aquí una oportunidad.

Las elecciones municipales son para gestionar y se vota en clave de ciudad. Pero si seguimos la tan en boga interpretación soberanista de la historia, los comicios de Barcelona demostrarán, si las encuestas no se columpian como con David Cameron, que existe una seria reticencia al independentismo.